Confieso que no llego a la extravagancia de Walter Burns cuando utilizaba los papelotes del “Examiner” de Chicago para abrigarse mientras dormía en el sofá de su despacho de director, como aparece en la mítica “Primera Plana” de Billy Wilder, pero a veces me sorprendo en la comodidad de verme rodeado de periódicos, sobre todo en algunos lugares propicios; el asiento del avión es uno de ellos.
Hace unos días y antes de coger un vuelo de varias horas me apresuré a meter todos los periódicos nacionales (incluidos los generalistas catalanes) en la mochila. Su lectura fue, como siempre, la consumación de un rito, pero esta vez encontré un detalle común que no pasó desapercibido: En todos ellos aparecían informaciones de Podemos y en algunos ocupaban más columnas, noticias y opiniones relacionadas con ellos que las dedicadas a la gestión del gobierno o a la actividad del partido que lo sustenta. En uno de ellos, el grupo de Pablo Iglesias aparecía en cinco páginas, cinco: Llamada en portada a tres columnas, articulo a página completa del director, entrevista, también de una página, a uno de sus promotores, y dos páginas de análisis sobre sus propuestas.
Nadie busque en esta contabilidad un perfil de crítica. Cada director organiza los contenidos editoriales o informativos en función de sus criterios y los de su equipo.
Lo que sí viene a ratificar el dato es la impresión de que una de las causas fundamentales del éxito de Podemos hay que encontrarla en el apoyo mediático con que han contado y cuentan. Su éxito en las europeas y el viento favorable que le auguran las encuestas tiene su base en que han sabido canalizar el descontento, la desesperación y el desencanto de aquellos que no encuentran ni en la política del gobierno ni en la labor de la oposición una respuesta a sus razonables y justas demandas, diciéndoles lo que quieren oír – otra cosa es que sus alternativas sean viables o rocen el delirio-, pero, también, en el foco mediático con que han contado desde su aparición. (Aquí incluyo a los medios de la derecha extrema que los han distinguido con tanto grito y tanta desmesura que cada vez que hablan o escriben sobre ellos les proporcionan más apoyos).
En su última cena, Botín aludió ante los periodistas a que los dos problemas más inmediatos con que se enfrentaba España eran la situación en Cataluña y la irrupción de Podemos. Se equivocó; o, al menos, ignoró uno de mayor cuantía: la torpeza de una clase política que se obstina en no querer darse cuenta que el camino por recorrer hay que hacerlo con las luces largas de la inteligencia, no con las cortas de las viejas respuestas y, mucho menos, con las de situación, que son las que prevalecen en muchos cargos políticos: mantener la situación actual de sus estatus económico y asegurarse el sueldo otros cuatro años.
El principal problema del país es la incapacidad de su clase política para cambiar de rumbo. La ciudadanía quiere una regeneración democrática que ponga coto a una situación agotada en las formas y en el fondo. La vieja política ya no vale para los nuevos tiempos. Los viejos políticos, tampoco.
Hay que cambiar, pero hay que hacerlo desde la inteligencia radical. Podemos es un desahogo, pero no la solución. Por mucho que se empeñen algunos medios madrileños, un país no se gobierna desde las tertulias y las asambleas.
Pero tampoco desde comportamientos tan alejados de las aspiraciones de la ciudadanía como el mantenimiento de privilegios (como la existencia de miles de aforados), la no limitación de mandatos, la complicidad impúdica con la corrupción o la lejanía de los problemas de los ciudadanos.
Vivimos una crisis del sistema y hay que cambiar. Ha llegado la hora de la Política con mayúsculas. La irrupción de Podemos y la crisis catalana no son las causas de esa crisis sistémica, son la consecuencia de la ausencia de una Política y de unos políticos alejados de la realidad y enfrentados con la inteligencia.
Entre los comportamientos de los partidos que nos gobiernan y las aspiraciones de los ciudadanos hay cada día más distancia; en algunos medios de comunicación, más aún.
El viejo Walter Burns se rodeaba de periódicos para dormir. Algunos se rodean de quimeras; estos sí son peligrosos y sólo hay una forma de combatirlos: desde la inteligencia y no, como hasta ahora, desde el silencio o el insulto.
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