Con las tarjetas negras, los golfos que gobernaban Caja Madrid se fundían el dinero de los clientes de toda la vida y de los humildes ahorradores que habían depositado en ella el fruto de sus fatigas y privaciones. Sin embargo, esos sumideros de plástico para la barra libre que se repartían los políticos, sindicalistas y empresarios que parasitaban la institución tricentenaria que había nacido para el fomento del ahorro popular, no son, pese a los más de 15 millones de euros que mediante ellos se sustrajeron, sino la punta del iceberg del gran atraco al Pueblo Español, que hoy, por ello, hoza en la miseria.
Hay quien se indigna por la impunidad con que actúa el Clan de las Bosnias, la banda femenina de carteristas que acumula cerca de 400 detenciones y ninguna estadía en la cárcel. El caso es que son profesionales y "hurtan", no roban, de suerte que, con la ley en la mano, lo más que puede hacerse es alejarlas del metro o, como el otro día en Segovia, meterlas en un bus de línea y devolverlas a Madrid. Tiene bemoles la cosa, pero con sus rapiñas sin violencia nunca han arruinado a nadie, ni han inducido a nadie al suicidio, ni han desahuciado de su hogar a nadie, ni le han quitado el pan de la boca a ningún niño, ni se han cerrado plantas de hospital, ni se ha abandonado a los impedidos a su suerte, ni se ha despedido del trabajo a nadie. Los chorizos de Caja Madrid-Bankia, sí, si han provocado toda esa ruina, toda esa violencia, toda esa desesperación, y pese a ser sus delitos infinitamente más graves e imperdonables que los de las bosnias, están, como ellas, libres y en la calle.
No menos sorprende que la sirla bestial a los estafados por las Preferentes de Caja Madrid suscitara hace dos años y pico, cuando se produjo, mucho menos escándalo que éste asunto menor, aunque gravísimo, de las tarjetas negras. Todo parecía tabú, Rajoy creía tenerlo todo atado y bien atado en beneficio de la plutocracia insaciable, y fuimos tres, no más, los que denunciamos el golpe de estado económico y el desamparo de las víctimas, que han sido casi todos los españoles, bien que los preferentistas por partida doble. A los tres se nos ha cobrado caro el atrevimiento, pero hoy, ante la debacle del Sistema corrupto y el sálvese quien pueda, todos tienen a bien rasgarse las vestiduras, hasta el propio Gobierno y la propia Bankia, para fingirse inocentes y ajenos.
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