Una de las sorpresas de este escándalo de las tarjetas opacas es oír decir a los propios interesados que ellos no sabían nada del asunto; nunca les habían advertido sobre la posible irregularidad, cuando menos moral, en estos tiempos de recortes y de apretarse el cinturón. Aquí la opacidad tiene dos caras: la de la falta de información o espacio donde no entra la luz, y la del silencio cómplice. Los jefes de estas instituciones crediticias habían creado como una especie de cinturón sanitario para que el dinero de las tarjetas quedara al margen de la contabilidad general. De ahí que luego no hiciera falta declararlo a Hacienda. El secreto bancario ha sido siempre un fuerte insalvable para los pobres indígenas. Yo recuerdo que en mi adolescencia no sabíamos el nombre de casi ningún banquero. Parecían una casta especial dentro de la casta. Sin embargo, ellos sí tenían conciencia de que eran imprescindibles en la sala de maquinas del submarino. ¿Cómo puede decir un Rato, por ejemplo, que él no sabía nada habiendo sido ministro y primer preboste del Banco mundial? ¿ Cómo pudo Puyol estar treinta y cuatro años en silencio respecto a su obligación de declarar a Hacienda? Rodeados de asesores y de técnicos bancarios les hubiera sido muy fácil consultar para salir de su culposa ignorancia. Sin embargo no movieron un dedo porque, en el fondo, les encanta la opacidad. Ellos son distintos. Hacienda somos todos, bueno tampoco hay que exagerar, hay notabilísimas excepciones. Hay también excepciones en el cobro de sueldos. Dicen estos caraduras que sus tarjetas eran una parte de sus desacreditados honorarios. Pocas veces he visto yo que a un jornalero, sea peón de albañil o trabajador del puerto, le den además de un sueldo una tarjeta opaca para que viaje a Nueva York, coma en los mejores restauranes y se compre los trajes de entretiempo. Hay quien juzgará estos desahogos como una punta de resentimiento o tal vez envidia cochina, a juzgar por lo poco que ganamos los periodistas, pero tengan en cuenta que la corrupción ocupa el primer puesto en el ranking de lo que aborrecen los españoles.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/69274/los-pobrecitos-ignorantes