Las imágenes de los entornos naturales almerienses, sobre todo del Levante y del Almanzora, no serán las mismas si no se arbitran las medidas administrativas que, en primer lugar la eliminen de ese catálogo español de especies exóticas invasoras, y ,en segundo, si no se actúa de manera decidida contra ese letal bichito llamado cochinilla que está asolando las tradicionales y pintorescas chumberas de los los paisajes del Sureste. La iniciativa almeriense-murciana de plantear una proposición conjunta para descatalogar la Opuntia Ficus-Indica, es decir, el higo chumbo tan asiduo en los parajes y las vidas de nuestros pueblos, de ese estricto catálogo, ha activado la concienciación de la relevancia de esta especie vegetal entre nuestros paisanos, quienes en los últimos años, desde la llegada de esta plaga, han quedado privados de tan sabroso y nutritivo fruto, un producto típico de mercados y fruterías. Según la información publicada esta misma semana por la Voz, de las diez mil hectáreas de chumberas existentes en la provincia en las últimas décadas sólo quedan poco más de mil quinientas, una cuantiosa merma que de continuar a ese ritmo nos privará en el futuro de una planta que ha vestido nuestras tierras durante varios siglos con sus peculiares y llamativos colores, sobre todo en los periodos de producción del espinoso fruto. La amenazada presencia de la chumbera en nuestro hábitat impedirá también rememorar y, mucho menos renacer, las viejas estampas que aderezaron tantos puestos de mercados con albahaca y botijo, calles y plazas de los pueblos de antaño, cuando aún vivían con pujanza tantos oficios desaparecidos. Como el que había generado el higo chumbo, una de las primeras frutas importadas con el descubrimiento del Nuevo Mundo. Aún creo oír por le rendija del balcón de la casa familiar del pueblo a los chumberos ambulantes que al fresco de la mañana pregonaban su mercancía pelada: ¡Chumbos, gordos y reondos!.
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