Juan del Águila: el justo reconocimiento

Antonio Felipe Rubio
01:00 • 07 nov. 2014

Una de las señas de identidad que distingue a los pueblos cultos y civilizados es el respeto por las personas que señalaron el camino a seguir para emprender acciones conducentes a la generación de riqueza, enaltecer la cultura, facilitar la convivencia, potenciar el bienestar social, la estabilidad, el futuro y la consolidación de los propios recursos.


Al contrario, el revanchismo y la envidia son la ponzoña que atenaza y envilece a los pueblos que se debaten en una interminable reedición de episodios pretéritos de naturaleza ideológica o sectaria que, en cualquier caso, son el reflejo de la mediocridad y afloramiento de miserias intelectuales. 


Ante la convocatoria del Día de la Provincia, la Diputación de Almería propuso la imposición de la Medalla de Oro de la Provincia a Juan del Águila, presidente honorífico de Cajamar y fundador de la Caja Rural de Almería. La votación contó con el apoyo de PP y PSOE y el voto en contra de IU. Los motivos que IU adujo, según intervención del diputado Juan Pablo Yakubiuk, se fundamentan en que “no es el momento de hacer reconocimientos ni de dar premios a personas de este sector (…) Una banca merecería recibir esa medalla de oro si fuese una banca 100% pública y estuviese libre de ejecutar desahucios y sin comisiones abusivas”. Y, lejos de entrar en argumentos de “coleta seborreica”, me apresto a glosar una injusta -por apresurada- glosa de la personalidad de Juan del Águila.




En plena acepción de “esparto y legaña” (1966) Juan del Águila, junto Emilio Esteban Hanza y Jesús Durbán Remón, fundan la Caja Rural de Almería como vehículo de canalización de la financiación para una agricultura sustentada en la uva que vería su revolución en la reconversión del parral en incipiente invernadero. No en vano, la primera acción se dirigió a una cooperativa uvera de Canjáyar. 


A finales de los sesenta Juan del Águila orilla su carrera como abogado y se entrega al contacto directo con los agricultores y ganaderos de la provincia y, pisando el terreno, conociendo y solidarizando alegrías y penurias, emprende un “apostolado” del nuevo modelo agrícola: sembrar, trabajar, recoger y ser responsables. 




En 1973 llega una ruina con las riadas. La media provincial se establece en 151,2 l/m2; el nivel del agua llega en Vélez Rubio a los 15 metros de altura; por las cuencas discurren, sin provecho, 600 millones de m3… Fue el año que hubimos de perder diez vidas en la provincia y muchas más en La Rábita (Granada). 


La Rural, como demuestran sus innumerables acciones posteriores, emprende una iniciativa de apoyo a los damnificados con créditos a interés cero y ayudas de dudosa reversibilidad. En 1973 la Rural se “retrató” con una filosofía desconocida e impensable para una entidad financiera al uso.




Juan del Águila se muestra un “obseso” del agua. Ya sea en foros organizados o abordándote por la calle, Juan no para de recordar que el futuro de la provincia pasa por garantizar el agua y la modernización de las infraestructuras agrarias mediante la inversión en tecnología, investigación… y predicó con el ejemplo (Las Palmerillas).


Me resulta imposible -por espacio- relacionar experiencias, innovaciones, reivindicaciones, apoyos… Sólo les propongo rememorar cuántas iniciativas brillantes para Almería han contado con el apoyo de la Rural. Seguro que muchas; más provechosas y gratificantes que el sectario rechazo a una persona de ejemplar comportamiento humano y profesional que, ahora más que nunca por carestía, hay que homenajear por esfuerzo, profesionalidad e integridad.


Enhorabuena, Juan. Tienes dos premios: el de Diputación y el de la necedad de los envidiosos.



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