El viejo Sigmund Freud (1856-19399) se ocupó ya de este asunto tomando como ejemplo la sociedad vienesa. Según una de sus teorías, existe un principio del placer que es reprimido por la tradición cultural asimilada de nuestros mayores. De ahí la normativa propia que nos viene heredada( religión, casta, costumbres de grupo, etc). Cuando desde el poder falta una sabia y comprensiva política se produce lo que se llama el malestar de la cultura. Por la cultura imaginamos un mundo nuevo, rompemos los desajustes entre la realidad y el deseo, entre el ser y el deber ser. Ahora bien, cuando la cultura es meramente alienación la humanidad no da un paso en el conocimiento. En la cultura española está pasando algo raro. Vemos a gente de enorme prestigio en su arte que no acepta ni siquiera los premios nacionales de 30.000 euros. No son muchos, claro está, porque estos milagros de coherencia moral e intelectual no abundan. Sabíamos que Jean Paul Sartre renunció al Premio Nobel y alguno más. Eran más bien noticias de por ahí fuera. Por lo que vemos, el malestar de nuestra cultura está dando frutos amargos. Quizá sea una derivación del malestar ciudadano en general por la política que está haciendo el PP. No conozco ningún gobierno que se haya preocupado menos por la cultura que éste que nos rige en este momento. No hablan más que de recortes, déficit, salida de la crisis. Y les parece que en saliendo dela crisis ya no habrá problemas en educación, en investigación, en el mundo musical, editorial, pictórico y fotográfico. El primer autor que renunció al premio fue Javier Marías. Algunos lo interpretaron como una chulería de quien vende muchos libros y se nutre de otros galardones bien remunerados en el extranjero. Hace pocos días le siguió el compositor e intérprete Jordi Savall quien ha escrito un artículo justificando su desacuerdo con la política cultural del PP. Y como no hay dos sin tres, ahora lo hace también la fotógrafa Colita y llama la atención de que su renuncia no tiene nada que ver con su condición de catalana. Como ven ya no se trata de muertos de hambre, sino de señores coherentes con la cultura, fuente de desarrollo humano y espiritual.
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