El PSOE se debate entre eufemismos e interpretaciones legales sobre la nueva situación de Chaves y Griñán. Dicen que no es imputación; lo cual, según criterio del propio partido, sería motivo para invitarles a abandonar su escaño y, según el grado de escarnio, echarles del PSOE tal que un Virgilio Zapatero cualquiera. Pero no; insisten en que no están imputados, y ya me gustaría que alguien conocedor de la materia me explicase cómo ha de llamarse o calificar a quien va a ser investigado, citado e interrogado por el Tribunal Supremo.
Susana Díaz, en su particular interpretación de “no me temblará el pulso”, pastelea con la presunción de honestidad y almibara con la disposición de los implicados para “presentarse voluntariamente” a declarar ante el Supremo. ¿Acaso cabe otra posibilidad, salvo que te decreten busca y captura? No hay que doctorarse en derecho para entender que es deseable comparecer voluntariamente que esperar a que te “acompañe” la Guardia Civil.
Va a resultar delirante el malabarismo de cobertura hacia los mentores de Susana Díaz si es que el Tribunal Supremo se aplica en un asunto que tiene como sustancia 855 millones de euros en ERE fraudulentos.
El concepto justicia para la progresía de “geometría variable” es muy singular. Acabo de leer en la edición digital de La Voz de Almería que Antonio Bonilla, Alcalde de Vícar y presidente del PSOE, dirige unas palabras al exalcalde del PP, Antonio Jesús Rodríguez: “Rodríguez está inhabilitado de por vida”. ¡Sentencia “ad eternis”! Nada puede caber en tan infinita sabiduría como una prorrogada condena “de por vida”; la que no pueden dictar los tribunales ordinarios, salvo la extraordinaria y providencial deidad que se acrisola en la personalidad de Bonilla, el único, el divino… reencarnación de la ira de Zeus y la conmiseración de Anubis para acompañar a los condenados a la muerte civil.
Antonio Jesús metió la pata y se le condenó a ocho años de inhabilitación por una impresentable prevaricación política (arrebatar las actas de concejales para evitar prosperar una moción de censura). Cierto que era condenable, como cierto es que ha pagado y purgado su delito. Lo que resulta chirriante es que un “demócrata progresista” desprecie la esencia de la justicia y el valor de la reinserción como argumento reglado en nuestro Estado de Derecho para incorporar a la sociedad a personas que expiaron sus culpas bajo el imperio de la ley. Y es que lo que dice Bonilla, con la impostación que le sublima, es una reacción sectaria burda e inquisitorial al más deleznable estilo de los señores medievales que desterraban de por vida o imponían el baldón eterno del deshonor para generaciones subsiguientes.
Tengo claro que Antonio Jesús obrará cauto y atenido a las consecuencias, pues las conoce y ha padecido. Lo que no tengo claro es que esa “pedagogía” haya alcanzado a Antonio Bonilla cuando se atreve con asertos condenatorios tan extravagantes. Por cierto, hablando de extravagancias ¿existirá Averno o agarejo tan cruel como para “castigar” las infernales alegorías de las rotondas de Vícar? Y es que “por sus obras los conoceréis”. Y reconozco que si la exteriorización de la intelectualidad de Bonilla se plasma en la plasticidad de esos “monumentos” es mejor emplearse en un doctorado de sánscrito o la cuneiforme de Hammurabi.
En fin, habrá que confiar en la justicia y esperar su recto proceder; aunque, como dice Bonilla, llegar al final de algunos asuntos nos cueste esperar “de por vida”.
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