Uno de los resortes demagógicos más eficaces de cuando antes consistía en establecer el cálculo comparativo entre el precio de un tractor y un cazabombardero, factor desencadenante de la ira y el estrépito en cualquier paraninfo sobrecargado de entusiasmo juvenil. Los que vivimos aquello lo recordamos ya con más señales que pelos. Claro que entonces éramos demasiado pardillos como para pensar en la geoestrategia o en cuestiones menos elevadas como por ejemplo en que si bien era relativamente fácil llamar a la Ebro a ver lo que costaba una trilladora, en la MacDonell-Douglas no se te ponían al aparato a darte el precio de un Phantom F-4. En todo caso, la comparativa del “Qué se podría hacer con este dinero” es un ejemplo sencillo que sigue siendo válido para alentar el malestar y agitar la conciencias. Por ejemplo, hace un par de días leíamos en LA VOZ que el vandalismo urbano (contenedores quemados, farolas apedreadas, bancos desmontados, papeleras reventadas…) cuesta a los almerienses unos mil euros diarios. Incluso los de letras sabemos calcular que eso supone una media de 365.000 euros anuales suyos y míos que se van por el sumidero de los despropósitos por culpa de los cafres y animales de dos patas que campan por ahí haciendo del destrozo sello y firma. Y lo menciono de manera especial ahora que los almerienses acabamos de estrenar un nuevo parque que es toda una declaración de intenciones de futuro para Almería. ¿Seremos capaces de cuidar y mantener entre todos un equipamiento de esas características? Espero sinceramente que sí y que sepamos ver como nuestro algo que efectivamente es de todos, porque de todos es el dinero con el que se paga. El día que nuestros impuestos sirvan para hacer cosas en lugar de para arreglar destrozos, habremos dado salto a velocidad supersónica. Si no, seguiremos avanzando a velocidad de vehículo agrícola.
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