No acabo de entender las críticas contra la Junta de Andalucía por haber derribado un par de casas de vecinos británicos en Cantoria. La orden de demolición de la presidenta Susana Díaz sólo puede merecer elogios y aplausos. De entrada, porque la Junta no hace sino acatar (alguna vez tenía que ser) una sentencia judicial. Nada más que por eso la demoledora actuación del gobierno bipartito andaluz (PSOE-IU) no puede recibir más que sólidos elogios. Pero si pensamos que, además, doña Susana se suma así a los actos de reconocimiento al glorioso marino español Blas de Lezo, azote de la flota inglesa, pues miel sobre hojuelas de laurel. Recuerden que al ilustre y homenajeado (apenas con 250 años de Retraso Marca España) almirante se le atribuye esa escatológica y bizarra frase de “Todo buen español debería mear mirando a Inglaterra”. Y eso ha sido lo que ha hecho la presidenta de la Junta: levantar la patita. Lo malo es que ha calculado mal el viento. De entrada porque para una vez que la Junta cumple la Ley, el precio es cargarse de golpe (nunca mejor dicho) toda una fuente de creación de riqueza para Almería. Recordemos que las casas de los bienintencionados y amables jubilados británicos que han elegido Almería como lugar de residencia eran y son legales. La misma Junta que, en connivencia con ayuntamientos de su mismo color, legalizó esas casas al estilo compadre, las tira ahora por ilegales. Está claro que es más fácil tirarle la casita a un jubilado inglés que tirar el Algarrobico. Y lo hace en Almería, a pesar de que podría hacerlo en cualquier punto de Andalucía. En fin, doña Susana, muchas gracias por el gesto patriótico, pero que ya no hace falta que vaya a la World Travel Market de Londres a explicar a los ingleses lo “very well” que se vive en Andalucía. Los bulldozers no hablan inglés… pero se les entiende muy bien.
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