El Platero de mi niñez

También se decía que el mundo era hermoso aunque tampoco había que sobrepasarse

Kayros
23:49 • 20 nov. 2014

Ayer comenzaron en la Feria del Libro de Almería las XV Jornadas de lectura sobre “Platero y Yo”, la genial y desconcertante obra de Juan Ramón Jiménez. Por si hiciera mucho frío, por si no encontrara coche que me llevara a la capital o por si me fuera imposible asistir por culpa de otras ocupaciones más alimenticias y menos soñadoras, quiero dejar aquí mi nota sobre lo que supuso este libro en los primeros años de mi iniciación a la literatura. Vaya por delante mi origen pueblerino, conocedor del mundo agrícola y nacido al contacto con los animales, especialmente con los burros. Encontrarme de pronto con aquel ser imaginario que se bebía la luna en el cubo y que contaba las rosas del crepúsculo, fue todo un acontecimiento. No se me olvida la emoción con que en la posguerra, bajo el frío permanentemente invernal de aquel colegio que fue cárcel, recibía las primeras metáforas de Platero. Para empezar yo no sabía lo que era una metáfora. El profesor explicaba que era como una comparación. De esta manera tú podías tener los cabellos dorado, lo que no significa que fueran de oro, pero para los efectos te las pasabas de maravilla como si lo fueran. Así también se decía que el mundo era hermoso aunque tampoco había que sobrepasarse. En el pueblo seguía habiendo cárceles , hambre y fusilamientos. De cualquier manera, las clases de literatura eran una fiesta. El libro hizo que la realidad, por controvertida que fuera, se trasmutaba de pronto en un casillo de fuegos artificiales. Toda esa magia verbal brotaba dell poder taumatúrgico de un poeta que transformaba el mundo como cuando el herrero educa el hierro para que ejerza de joya. La vocación de escritor , aficionado a las musas que nadie sabe lo que son , probablemente parta de aquí. Si los niños se acostumbraran a ver la naturaleza como la veía el burrito de Juan Ramón quizá no se dieran tantas bestialidades como de ordinario traen los periódicos, matanzas de perros, destrozos de jardines, miedos nocturnos etc. Mi experiencia me dicta que yo no he gozado la emoción estética con la misma intensidad de aquellos días de bachillerato. Quizá los recuerdos sevillanos de Cernuda o “ las mentiras verdaderas, de Ferlosio en su surrealista Alfnahuí podrían comparársele más tarde. 







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