Para comprobar el alcance de la milonga y el cuento del coletari y sus colegas, basta imaginar qué no estarían diciendo ellas y ellos si quien hubiera sido descubierta transfiriendo dinero público a una empresa-fantasma propiedad de un familiar y lucrándose con la venta de un piso de protección oficial hubiera sido la novia de un hijo de un alto cargo del Partido Popular. ¿Se imaginan? No parece excesivamente difícil calcular el nivel y el volumen de la regurgitación y la arcada que esta nueva casta de ungidos habría producido, denunciando los abusos de la alcurnia política y el hartazgo incendiario que estas actitudes provocaban en ellos, los puros de entre los puros, etcétera. Pero como están callados, cada vez se les ve más la patita. Después de haber exigido entrevistas con censura previa y descubrir que uno de los colaboradores más cercanos del Gran Timo-Nel cobraba por una beca en la que no trabajaba, acabamos de ver que la que incurría en los poco admirables comportamientos antes descritos era nada más y nada menos que la novia (ellas y ellos prefieren “compañera”) del Líder-que-susurra-a-los-cabreados. ¿Y qué es lo que ha dicho el muchacho cuando los periodistas le han preguntado por el tema? Pues que eso es machismo. Con un par. Ver al Innovador de la Decencia refugiándose en los clichés y en los discursos rancios del progresismo más caradura es otro escalón más en la escalera del descrédito en la que el tiempo ha acabado empujando a esta gente. Es decir, que la vivienda es un bien social y proletario para todos, salvo para los neocumunistas de paraninfo, que son los únicos que cuentan con bula moral para poder lucrarse inmobiliariamente a sus anchas y sin remordimientos de clase. Y si encima de dar ese perfil, compartes casa con el Caudillo de la Escoba, pues qué quieres que te diga: eres intocable. Estás en la cúspide de la casta.
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