Un gran aplauso

¿Qué aplaudían los parlamentarios del PP entonces? ¿El sufrimiento que iban a ocasionar aquellos anuncios?

Antonio Quesada
23:03 • 27 nov. 2014

En julio de 2012, los aplausos de los diputados del PP al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, mientras anunciaba un duro paquete de recortes, se convirtieron en todo un símbolo de hasta dónde llegaría el desenfreno de la derecha en su delirante huida hacia adelante. 


A cada anuncio, bien fuese una subida de impuestos, la reducción de las prestaciones de los desempleados o la eliminación de una paga extra a los funcionarios, una atronadora ovación, con un “que se jodan” de por medio a voz en grito, sobrevolaba el Congreso en una suerte de inconmensurable estupidez. ¿Qué aplaudían los parlamentarios del PP entonces? ¿Que las medidas les parecían soberbias? ¿El sufrimiento que iban a ocasionar aquellos anuncios?


Esta semana, el mismo indecente espectáculo se ha materializado a costa de la corrupción. El presidente del Gobierno, con el escaño vacío de la ya exministra Ana Mato aún caliente, quiso escenificar su compromiso contra esta lacra- la corrupción es, detrás del paro, el segundo problema que señalan los españoles en las encuestas –entre los aplausos y el regocijo de la bancada azul. Todo esto ocurría tan solo unas horas después de que un juez señalara a Mato como responsable a título lucrativo de una parte de los beneficios recibidos por su exmarido, Jesús Sepúlveda, de la trama Gürtel.




Mientras en el Congreso Rajoy desgranaba las medidas que quiere poner en marcha para poner freno a la corrupción, los diputados del PP se deshacían de nuevo en ovaciones. Aplaudían y aplaudían los anuncios del presidente, olvidando que el juez Ruz considera responsable también a su partido de haberse lucrado de la trama sin que hasta ahora nadie haya asumido esa responsabilidad política.


¿Qué aplaudían entonces sus señorías? Posiblemente que ya nos les queda barro en el que embadurnarse. Pero venga ese aplauso, ese nuevo aplauso de infame postureo para vergüenza de propios y ajenos.






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