Malditas pateras que cruzan el estrecho entre los gritos y las esperanzas de unos hombres y mujeres que buscan un lugar donde poder vivir dignamente. Malditas pateras que juegan entre las olas del Mediterráneo con la vida y la muerte de unos seres humanos que han tenido la desgracia de haber nacido en tierras donde los dictadores y los asesinos campan a sus anchas, la mayoría de las veces apoyados por las grandes multinacionales y sus dirigentes-políticos. Maldita sociedad la nuestra que no muestra el más mínimo dolor ante la muerte de cientos de personas en nuestros mares día tras día. A las puertas de nuestras casas, esas que bañan nuestras playas y en las que durante el verano buscamos dorar nuestras pieles y refrescar nuestros cuerpos, se ahogan ante nuestra impotencia, nuestra indolencia y hasta una ignorancia bastante cómplice.
Cuidamos y protegemos las aguas de ese mar. Cuidamos y protegemos sus fondos, las especies que en ellas viven. Protegemos y multamos por los vertidos que en ellas se evacuan. Somos una sociedad justa, protectora, adelantada y preocupada por la vida siempre que no sea la de un ser humano. Almería y su mar se han convertido en tumbas para cientos de hombres, mujeres y niños que sólo querían una vida un poco mejor. Sólo un poco mejor. No pedían sentarse en la mesa del padre, sólo querían que se les abriera la puerta de una vida por muy dura que ésta fuera, porque no se le podía llamar así a la que tenían en sus países de origen. Treinta personas, entre ellas ocho niños, se han quedado en las puertas de la navidad de éste año. Mientras nosotros compramos el turrón y los mantecados. Mientras nos poníamos de acuerdo si este año abrimos cava catalán o almeriense, una patera con más de cincuenta personas a bordo jugaba entre las olas con la vida y la muerte en las aguas del Alborán. Marineros de color marrón oscuro que deberían pesar sobre nuestras conciencias en las navidades que nos disponemos a vivir.
El pasado martes un grupo de ciudadanos almerienses se reunían en la plaza de la leche en un intento de llegar hasta nuestras conciencias y que no olvidemos el drama que vienen viviendo miles de seres humanos que luchan cada por año llegar a la tierra de promisión. En el último intento más de la mitad de esos viajeros no llegaron a conseguirlo. No olvidemos nunca.
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