Este año la Navidad de las familias británicas que bajo falaz propaganda compraron viviendas en la Media Legua, en Cantoria, no será tan idílica ni tan feliz como de costumbre. La historia recuerda más al mundo de Dickens que a la Arcadia fantástica que pregonan los promotores turísticos almerienses. Háganse ustedes cargo de la situación. Se está acercando la Navidad. Los ingleses se aprestan a celebrarla haciendo acopio de alimentos y bebidas para las fiestas que se avecinan. La prensa lanza la noticia de que las casas donde viven no están en suelo urbanizable y por tanto son ilegales. Un juzgado decreta la demolición de 17 viviendas, 15 de ellas están todavía habitadas y sus propietarios no han recibido ningún aviso como parece que sería de rigor. Las familias ven venir una excavadora, lo más parecido a un animal prehistórico, pidiendo paso para demoler los edificios hasta convertirlos en un solar “ legal” futuro basurero de Job. ¿Imaginan ustedes el efecto/terremoto que esta noticia puede producir en todo lo que queda de Imperio británico? Mal año pues para la oferta turística almeriense así la vistan de perifollos, con bata de cola y de juerga flamenca. No quisiera amargarle la fiesta a nadie, pero parece imposible no buscar a los verdaderos culpables de esta demolición que, para más inri, está exenta de indemnización. La orden de derribo del Juzgado de lo Penal número 3 se enmarca dentro de una causa en la que el promotor y constructor han sido condenados a 14 meses de prisión, multa de 18 meses con cuota de 12 euros al día e inhabilitación especial por un período de 18 meses. El abogado defensor de los británicos da cuenta del clima de terror que viven sus clientes si bien espera que el problema pueda replantearse de otro modo, sea impugnada la decisión y ejerzan sus derechos los no avisados. Teniendo en cuenta el lodazal de la corrupción generalizada que tenemos hoy en España, este caso de Cantoría puede parecer mínimo, pero es preciso saber que antes hubo una ley del suelo convenientemente laxa y blanda para el pelotazo inmoral. Un pacto más o menos secreto entre políticos, técnicos de la construcción y mafias del ladrillo llegaron a este desorden que no es más que el reflejo de otro desorden sistemático mucho más profundo.
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