La esfinge del PP

Rajoy huye de los líos y por eso espera a que los problemas se resuelvan solos. El PP en las municipales lo tiene crudo

Fermín Bocos
22:36 • 17 dic. 2014

En relación con el partido que preside: una organización de corte presidencialista en la que nada se hace sin su conocimiento, Mariano Rajoy va camino de arrebatar a François Mitterand el apodo de "La Esfinge".


A cinco meses de las elecciones municipales y autonómicas en las que según las encuestas el PP lo tiene crudo, nadie sabe todavía quiénes van a ser los candidatos que van a salir al ring a recibir las bofetadas de cuantos están cabreados por la política del Gobierno: impuestos por las nubes, reforma laboral, congelación de pagas a los funcionarios, etc. En el caso de Madrid el silencio de Mariano es clamoroso. Tiene a los suyos en vilo haciendo cábalas y escrutando los sondeos que pronostican que pueden perder la Comunidad y la alcaldía: que si será Esperanza Aguirre, que si Cristina Cifuentes. Incluso han metido en las cartas a la Vicepresidenta Sáenz de Santamaría -cuyo entusiasmo por el asunto, dicho sea de paso, es perfectamente descriptible- pero Mariano sigue callado. En su papel de Esfinge. Exaspera a los suyos no se sabe sí es porque las municipalerías le aburren o porque la premiosidad forma parte de su carácter. El resultado es el que conocemos: silencio. Silencio que abarca otras incertidumbres. Caso muy llamativo es el de la Comunidad Valenciana. Nadie sabe si Carlos Fabra será el candidato del PP para presidir la "Generalitat". O quien será el número uno en la lista por La Rioja, si repetirá Monago en Extremadura o si Ignacio González recibirá el plácet de las alturas para intentar seguir en el despacho de la madrileña Puerta del Sol. A este respecto rozó la crueldad el discurso que les largó a los asistentes a la cena de Navidad que todos los años celebran los militantes y cargos del PP de Madrid. Pese a estar flanqueado por Aguirre y por González, ni una palabra de lo que realmente les interesaba escuchar salió de los labios de un Mariano Rajoy que en Alcobendas, la localidad donde cenaron, habló como si estuviera todavía en Australia, en la cumbre del G-20 celebrada hace un mes el Brisbane. Los "marianólogos" explican la afasia del presidente en relación con aquellos asuntos en los que decidir equivale a desairar a una parte del tendido como una consecuencia de su carácter. Huye de los líos. Por eso espera a qué los problemas se resuelvan por sí solos o que dejen de ser problemas porque no tienen remedio. Obvio es decir que quienes aguardan a saber qué hay de lo suyo, se desesperan. O padecen úlcera de estómago como confiesa Rafael Hernando, flamante portavoz parlamentario. Se desazonan pero callan porque saben que el Presidente tiene memoria de elefante y lleva una cuenta de agravios.







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