De entre todas las costumbres abominables de la Navidad y su felicidad decretada hay una que, puntual, llega cada año a medida que se aproxima el momento de escoger regalos infantiles. Me refiero a las apariciones de todos esos organismos nebulosos (observatorios, oficinas, agencias e institutos singulares e insólitos) anunciando sus impresiones, siempre irrelevantes, sobre el avance o retroceso de la venta de juguetes considerados por ellas y ellos como adecuados o inadecuados. Si el asunto se quedara en la exposición o las reflexiones públicas de un club privado y excéntrico nada tendría en contra, pero no podemos olvidar que todas estas masturbaciones mentales sobre la “inclusividad” o conveniencia paritaria de las muñecas o los coches de bomberos se realizan y sufragan con el dinero de mis impuestos, lo cual me otorga un derecho mínimo y tangencial a mandarlos a esparragar cada pascua. Y en esas ando un año más. Lo que más irrita de todo este sanedrín de evaluadores de idoneidad juguetera es su fastidioso carácter prescriptivo. Es decir, que no sólo no se conforman con exponer sus cogitaciones sobre los juegos y preferencias de los niños, sino que además conminan a la gente a que siga sus dicterios so pena de que nuestras compras puedan ser consideradas como “malas prácticas”, tal como señalam en sus notas de prensa y manifiestos. Sorprende sobremanera la cantidad de familias que se sienten concernidas y preocupadas (quizás amenazadas) por semejantes bandas de amedrentadores éticos, pero si me disculpan el atrevimiento, me gustaría anunciar un año más desde aquí que agradezco mucho sus consejos, pero que por mí se los pueden ahorrar. Allá de quien necesite de ir a comprar teniendo presente las observaciones de este aburridísimo mester de nueva clerecía políticamente correcta. Yo no me lo pido.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/73492/que-nos-dejen-regalar-lo-que-queramos