Una incoherencia llamada Esperanza Aguirre

¿Qué se hizo de aquella exigencia de que también el PP celebrase primarias para elegir a sus candidatos?

Fernando Jáuregui
22:38 • 23 dic. 2014

Sí, lo confieso: me ha parecido incoherente esa oferta que Esperanza Aguirre ha hecho públicamente --¿lo hizo antes en privado?- a su no tan amigo Mariano Rajoy para encabezar la lista electoral del PP al Ayuntamiento de Madrid. Incoherente por varias razones: la primera, porque aún desconozco los verdaderos motivos por los que la que es llamada, al menos por sus simpatizantes, ´la lideresa´, renunció a la presidencia de la Comunidad de Madrid hace algo más de dos años; la segunda, porque parece poco procedente que quien regule las normas de la circulación en la capital sea quien se las salta; la tercera, porque significa un factor de división interna en su propio partido, el Popular, a cuyo máximo dirigente, el propio Rajoy, Aguirre no se ha recatado a la hora de criticarle semipúblicamente, y no digamos ya en privado.


¿Por qué da ahora el salto una Aguirre que se marchó tan abruptamente de la gobernación de la Comunidad madrileña, creando un problema nunca bien solucionado a su partido? Si abandonó el cargo por sus diferencias con Rajoy, no parece que estas diferencias se hayan atenuado mucho, y ahí sigue el mismo Rajoy, con los mismos postulados. Si lo hizo por otros motivos personales, habrá de explicarnos en qué se han modificado las circunstancias que la llevaron a dar el portazo. Y, si después de todo el agua que ha pasado bajos los puentes, Rajoy se ve forzado a tragar el sapo de aceptar la oferta de Aguirre, abriendo una vía paralela de liderazgos en el PP, ¿no estaremos hablando de otra falta de coherencia, cuando tantos hemos escuchado lo que hemos escuchado acerca de los ´desviacionismos´ de la pugnaz Aguirre?


Claro que los sondeos son los sondeos, y qué duda cabe de que la simpática, desenvuelta y libre ´Espe´, condesa de Bornos y grande de España según la biografía de Wikipedia, presidenta del PP en la Comunidad de Madrid y con una larga trayectoria política a sus espaldas, es un posible caballo ganador para el emblemático Ayuntamiento de Madrid. Ganador, al menos frente a otras opciones que se barajan en el PP; excluyendo, claro, la hipótesis, en la que nunca he creído, de que Rajoy sacrificase a su carismática vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, para ofrecerle la candidatura a la alcaldía de la capital. Los resultados justifican, ya se sabe, los atentados a la coherencia, y la política hace extraños compañeros de cama.




Cierto es, por otro lado, que el posible aterrizaje de ´Espe´ -no se engañe el lector: siento una gran simpatía personal por ella; simplemente, pienso que la política no debe ser una cuestión de mero éxito en las urnas- en la campaña electoral dará nuevas alas a esa ´batalla de Madrid´ que tan significativa será a la hora de analizar a quién le ha ido bien y a quién mal en las próximas elecciones municipales y autonómicas de mayo. La verdad es que, hasta ahora, no se registraba la presencia de ´pesos pesados´ en esa batalla, en la que el candidato socialista a la Comunidad, Tomás Gómez, aparece ya previamente tocado, con razón suficiente o sin ella, por su gestión cuando era alcalde de Parla. Ahora, con la fiera ´lideresa´ sobre el terreno -si Rajoy acepta la oferta, claro--, las cosas pueden ser distintas. Veríamos fuegos artificiales en el combate entre Aguirre, el candidato socialista Antonio Miguel Carmona -casi tan mediático como la ´lideresa´- y lo que pueda resultar de las componendas de Podemos/Ganemos/IU, si es que se dan tales componendas. Y todo ello, sin descartar que un partido con fuertes apoyos en sectores periodísticos, como Ciudadanos, se ´descuelgue´ con algún candidato sorpresa, como se rumorea, para la capital.


Y, por cierto, ¿qué se hizo de aquella exigencia, lanzada por la propia Aguirre, de que también el PP celebrase primarias para elegir a sus candidatos? Porque lo que me resulta difícil de creer es que, entre los setecientos mil militantes que dice tener el PP, no haya alguno más que, con cierto relieve, quiera optar al honroso, importante, puesto de alcalde de Madrid. Un puesto, el del despacho en la plaza de Cibeles, desde el que, recordemos lo que sucedió en París con Chirac, se puede saltar a otros edificios madrileños. Como, por ejemplo, ¿el palacio de La Moncloa?






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