Esto, simplemente, no puede continuar así. Los países democráticos, también los islámicos, tienen que defenderse del terror asesino de los verdugos que, en nombre de Alá, asesinan, torturan, sojuzgan a sus semejantes simplemente porque no piensan como ellos. No es una cuestión de Oriente contra Occidente, de conflicto de civilizaciones, como decía Huntington. Una civilización no está en conflicto con otra cuando tras ella se amparan los intolerantes, fanáticos, criminales: empieza a estar en guerra contra las cavernas porque desde ellas quieren declararla.
Pero no caigamos en la trampa. No es Alá, ni Mahoma su profeta, ni el Corán, quien arma los brazos de los asesinos. Culpar a una religión de lo que está ocurriendo, de todo eso cuyo último y más brutal exponente es el atentado contra Charlie Hebdo, es un error. Hay que ir a buscar a sus covachas a quien utilizan nombres sagrados para cometer sus delitos, para intentar callar a quienes piensan diferente, para sojuzgar a mujeres, a niños, a los más débiles.
Puede que el ministro español de Defensa tenga razón cuando habla de que el yihadismo se dirige solamente contra los débiles. Lo malo es que débiles somos todos cuando no podemos, ni queremos, ni debemos dar una respuesta alejada del estado de derecho a quienes se comportan tan brutalmente. Nosotros no podemos callar ante el atentado terrorista que ha sufrido el semanario satírico francés ´Charlie Hebdo´ y que ya fue conocido hace unos años por sus famosas y polémicas caricaturas.
En su momento ya nos posicionamos hablando de este tipo de publicaciones: ser satíricos no supone necesariamente ofender a nadie, y siempre hay límites. Es cierto que en el caso de Mahoma, como ya ocurrió en la prensa sueca años antes, los islámicos se sienten ofendidos al ver retratado a su santo profeta, algo considerado como una gravísima falta para su religión. En ningún caso puede servir para justificar a los salvajes que hacen todo esto.
La prensa en Europa vive y necesita de la libertad, sin restricciones, sin cortapisas más allá de los límites que imponen los códigos civil y penal. Nos horrorizan la censura y las presiones de los poderes políticos y económicos. ¿Qué decir cuando se llega a los extremos intolerables de lo ocurrido en las últimas horas en París?
Ya lo ha dicho también la FAPE a través de su presidenta, Elsa González, quien condenó con “su más enérgica repulsa” este atentado, considerando que este tipo de ataques a medios y periodistas “siembran el miedo a ejercer un periodismo libre”. Y así es: nosotros opinamos que la gravedad de este atentado es que quedará en el recuerdo como una seria advertencia de las células islamistas de cara a ejercer la libertad de expresión y de opinión en occidente sobre temas religiosos. Una coacción en toda regla. No la soportemos: todos somos hoy Charlie. Ni un periodista debería hoy permanecer callado ante la sangre inocente, heroicamente derramada por quienes sabían que estaban en peligro por quienes ni por leyes ni por humanidad se detienen, pero continuaron cumpliendo lo que creían su deber.
Nosotros somos periodistas críticos, y por tanto nos solidarizamos con el ‘Charlie Hebdo’, sobre todo porque este atentado trasciende al mundo de la prensa: cada vez son más y más graves los atentados islamistas, de radicales y terroristas que quieren controlar y callar a los que consideran ´infieles´. E ´infieles´, para ellos, somos todos los que conservamos un mínimo de honradez intelectual, de compasión en nuestras almas y de solidaridad con la humanidad. Desde al ahora en boga ´Estado Islámico´, a cualquier otra célula que opera en Europa, el plan está siendo cada vez más peligroso para nuestra cultura occidental. Casi hasta el punto de pensar que, para estos asesinos profesionalizados, todo occidental será objetivo islamista sólo por el hecho de no practicar la religión islámica ni considerarla oficial en los Estados. El ataque al ´Charlie Hebdo´ es sólo un aviso. Y lo más peligroso es pensar que incluso con medios policiales no se pudo evitar este terrible suceso. Nos queda mucho por sufrir, pero sobre todo, mucho por luchar: por nuestras libertades y por nuestros derechos. Al igual que defendimos en el pasado estos derechos y libertades, toca volver a la faena. Ni un paso atrás. Ojalá no haga falta ni una gota de sangre para cumplir estos buenos propósitos...
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