Acabamos de salir de una experiencia imborrable. En todas las partes del mundo, la gente l de más alta conciencia social, la que maneja mejor el intelecto como herramienta para conocer realidad, ha deplorado los sucesos de Francia. No se puede permitir el asesinato en nombre de ninguna religión. Tampoco se defiende la causa política, confesional o ideológica con ráfagas de ametralladora, que dice Goytisolo. Pero al margen de lo sucedido, mi impresión es que la función social del intelectual en el mundo está perdiendo enteros. Se debe a múltiples causas que no podemos abordar aquí. A finales de los setenta, Rafael Alberti culpaba a los poetas de falta de compromiso. “¿Qué cantan los poetas andaluces de ahora?”. El gaditano buscaba más claridad y más llamar las cosas por su nombre dejándose de nenúfares, esas plantas raras que crecen en la quietud de los estanques palaciegos. Hoy a la frase albertíana habría que añadirle un no. ¿Qué no cantan los poetas andaluces de ahora? Habiendo triunfado la teoría de que el poeta no debe meterse en política porque no está en su mano transformar la sociedad, más de uno se ha echado a la bartola ante lo que pasa. Prefieren incluso el olvido a la espera de que vuelva aquella edad de oro de la que habla Virgilio. No conozco mucho la literatura que se hace ahora. Prefiero releer antiguas obras clásicas que se me quedaron por el camino, pero no puedo con la novela histórica. Me parece una manera de soslayar con innegable talento la problemática actual. ¿Por qué nos tendrían que interesar más las cosas que ocurrieron en el siglo XI que las del 2015? ¿No será porque cualquier tiempo pasado además de parecernos mejor nos compromete menos? Vean un ejemplo tomado de aquí mismo, aunque sea a nivel provinciano. Ayer, miércoles, se publicaba en este periódico una nota sobre “ La literatura almeriense que más vende”. Lo digo sin la menor envidia e incluso felicito a sus autores. Pero a la vista de los temas tratados me doy cuenta de que Cerezuela habla de misterios, Maleno del “Mar de Irlanda”, Juan Pardo Vidal de “Arquímides en el tejado”, Juan Gil de” Histamatic”, Eduardo del Pino de “ Tal como éramos” y Pedro Asensio de “la Señorita Celia”. Por ningún sitio trasparece la sociedad almeriense de ahora.
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