Por muy poco tiempo que lleve en la profesión, un periodista no debe extrañarse de nada, acostumbrado diariamente a sorprender el espanto y el absurdo caóticos en cualquier situación de la vida. Aquí en Almería suele decirse que somos noticia solo cuando se produce algún drama gordo, pero me parece que esto sobrepasa cualquier medida. Toda la prensa nacional y supongo que buena parte de la extranjera comentaba ayer el luctuoso suceso. Para colmo la noticia venía a coincidir con los 17 muertos de Francia por connotaciones culturales o pseudoreligiosas. En síntesis y resumiendo mucho, se trataría de un pastor nigeriano, de religión cristiana, que a oscuras, asustado y con evidente peligro de naufragio se puso a rezar pidiéndole a Dios que el viento se retirara y salvara la tripulación. No es nada nuevo, desde luego. Desde que el hombre se atrevió a surcar los mares, ha invocado a sus dioses, ejemplo el más esclarecido el del pueblo griego, marinero por excelencia y donde según la mitología, Zeus junto con sus familia interviene para domeñador de vientos, tempestades y mareas. En África las cosas son más terribles por lo que estamos viendo. Allí donde la ignorancia y la suspertición hacen estragos, rezar puede ser motivo para que le arrojen a uno por la borda en la zozobrante patera. Según la investigación, al ver que el mar se ponía aún más bravo después del rezo, a pocas millas ya de las costas de Almería, los que mandaban en la patera, empuñaron las tablas del fondo de la embarcación goppeando al rezador y arrojando al mar a varios pasajeros. Yo había leído algunos libros sobre balleneros en el Pacífico que impulsados por el hambre y la falta de comunicación llegaron a comerse unos otros por falta de alimentos, pero que esto de hoy en pleno siglo de la comunicación me produce pavor. Y como parece tonto echarles las culpas al vudú o a los elementos meteorológicos no hay otro remedio que ir al fondo de la cuestión. Estamos haciendo un mundo inhabitable, otra edad de los glaciares, solo que aquí no es el hielo lo que nos separa de los derechos humanos, sino el egoísmo y el dios dinero. Por cierto nuestro Rajoy ha volado a Grecia como un Hermes de pies ligeros para impedir que entre el Caballo de Troya en la comunidad europea. La belleza de Helena se llama hoy recuperación. Ya se verá con el tiempo.
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