La noticia publicada por Simón Ruiz el jueves en la que informaba que el PSOE no incluirá en su candidatura para las elecciones municipales de mayo a la mitad de los que ahora forman su grupo de concejales no ha sorprendido ni a los presumibles afectados. Tampoco sorprendió cuando, hace unos meses, Luis Rogelio también insinuó que habría novedades en su candidatura. Siempre es bueno que haya cambios, dijo. Donde no parece que habrá cambios es en Izquierda Unida. Rafael Esteban y Agustín de Sagarra no ven amenazado su protagonismo entre los tres primeros…salvo por la irrupción todavía indefinida de Podemos
En el PSOE, hasta ahora, nadie ha hecho pública esta predicción; pero todos la contemplan en privado. Desde que Sevilla apostó por Pérez Navas, quienes de verdad dirigen el partido nunca pusieron en duda que a la imagen de continuidad que representa el candidato- Juan Carlos lleva en la política municipal más de once años-, había que rodearla de nuevas caras que provocasen en el electorado la percepción nítida de que el PSOE de ahora no es el mismo que el de hace cuatro años.
El problema surge en quiénes van a acompañar a Pérez Navas y sobre todo, en quién los elige. Ahí, en ese último interrogante es donde se esconde la clave sobre la que se sustentará todo el entramado socialista almeriense para el futuro. O los elige Pérez Navas o se los eligen; y, en este último caso, dónde, ¿en Almería o en Sevilla? Mientras que Susana Díaz ha sabido reconstruir en torno a su indiscutido liderazgo a las diferentes y divergentes familias del socialismo andaluz, dando a cada uno de sus representantes la posición que en el momento actual le correspondía sin caer en el pecado de las exclusiones ni en el error del fomento inútil de la animadversión, el socialismo almeriense continúa, no sólo sin aprobar la asignatura del cambio, sino- lo que es peor-, manteniendo en posiciones de liderazgo orgánico y parlamentario a parte de la “nomenklatura” de las últimas décadas.
Un partido no construye su futuro sobre un pretérito emocionalmente perfecto para quienes lo protagonizaron. Se levanta sobre lo que está por venir. La melancolía es un recorrido sentimental, un refugio en el que volver a vivir el tiempo que se nos fue, nunca un instrumento para hacer política. El otoño nunca puede ser primavera.
Y es en esta primavera en la que se la juega el PSOE almeriense. Pero también el PP. El PSOE porque, si sus resultados no mejoran o mantienen los obtenidos en las últimas municipales de 2011, el terremoto será equiparable al que acabó con la trilogía Soler, Asensio, Vizcaíno. El PP porque si no logran mantener la hegemonía que ahora ostentan en los principales núcleos de población de la provincia pondrían en riesgo la mayoría absoluta que mantienen en Diputación.
Los populares se muestran un público confiados en continuar manteniendo esa hegemonía, pero la incorporación a la pugna electoral de Podemos les genera una indisimulada incertidumbre. ¿Qué hará Podemos- o la marca con la que se disfracen- si sus votos son decisivos en algunos ayuntamientos? Nadie lo sabe; ni ellos mismos, inmersos en la fiebre infantil del asamblearismo y la estratégica ambigüedad calculada en la que se mueven.
Claro que si Podemos o su marca blanca inquieta a PP y PSOE, Izquierda Unida contempla el futuro desde el precipicio. La política es así de injusta. Cuarenta años de lucha por la democracia y más de treinta de trabajo en las instituciones- que se lo digan a Diego Cervantes, un tipo al que elogiaban hasta sus adversarios-, está siendo barrida por un grupo de universitarios que acaban de llegar sobre la ola de hartazgo y tertulia que inunda la vida española . En cualquier aspecto de la vida la experiencia siempre ha sido un grado. Con Podemos sucede todo lo contrario: en su ausencia de gestión política pasada y presente está su mayor activo.
Esta semana he mantenido dos conversaciones con dos políticos distantes- uno está tan cerca de Susana Díaz como el otro de Mariano Rajoy-, y los dos coincidían en que España va a vivir este año un momento político de una complejidad equiparable a la vivida en los primeros años de la transición. Comparto su opinión.
La comparto y, además, la traslado a Almería. En las próximas elecciones los almerienses nos jugamos mucho. Las encuestas internas de los grandes partidos se mueven en la incertidumbre más absoluta y predecir la próxima estructura de poder provincial es una quimera. Vivimos un momento decisivo en el que resistirse a cambiar es irresponsable, pero, cambiar por cambiar, es suicida.
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