A golpe de multas está gestionando el Ayuntamiento el problema del botellón que afecta a algunas céntricas plazas de la capital almeriense. Más presencia policial y sanciones que pueden llegar hasta los trescientos euros es la receta, el jarabe de palo que se aplica desde el Consistorio a un asunto al que debería de dar una respuesta no solo policial.
A estas alturas alguien, pongamos que el alcalde, ya tendría que haber caído en la cuenta de que solo castigando estas actividades no se consigue alcanzar el objetivo que se persigue. Alguien debería de haber entendido también que es necesario complementar las medidas coercitivas con otro tipo de acciones preventivas que son mucho más efectivas.
Sin embargo, nada de esto ha ocurrido. Resulta muy llamativo, tal y como hemos comprobado en los últimos meses, que desde el Ayuntamiento no se haya puesto en marcha ninguna campaña para la prevención del consumo de alcohol y otras adicciones o que no se fomenten hábitos saludables entre los jóvenes, que es lo que cabría haber esperado. Tampoco se han diseñado alternativas de ocio que permitan a los jóvenes ocupar su tiempo libre en otras actividades distintas al botellón, sobre todo en una ciudad donde todo ha quedado restringido a los salpicados eventos culturales que se programan de tarde en tarde y cuyos precios, en muchos casos, intimidan.
Así, el Ayuntamiento de Almería no solo no ha sido capaz de poner en marcha programas destinados específicamente a ellos sino que no ha tenido ni una sola idea, ni buena, ni mala, que proponerles.
De hecho, dejó meridianamente claro que Almería no es ciudad para jóvenes cuando cerró la Casa de la Juventud, destinando esas instalaciones públicas -tras su rehabilitación también con dinero público- a otras actividades distintas a las previstas originalmente y que ahora son gestionadas por la iniciativa privada. No se puede hacer menos con más.
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