En muchas ocasiones, en política se prefiere “hacer como que se hace” en lugar de ponerse finalmente manos a la obra. Si se fijan, se habla más de lo que se va a hacer que de lo que realmente se ha hecho. ¿Las razones? Seguramente la comodidad que produce en el político la pasmosa conformidad del personal y el sonrojante aplauso del adepto. Y así se entiende bien que el Cortijo del Fraile, ruina y desconchón almeriense de toda la vida y milonga permanente de la Junta de Andalucía, no sea ya esa flor de la cochambre que alguna vez visitamos, sino un esqueleto polvoriento en el umbral del desmorone. Francamente, creo que todo este episodio se encamina hacia un epitafio de gravedad bajo la Ley de Newton, dando forma a un desenlace que, aunque agrade por igual tanto a propietarios como a los señores de la Junta, finalizará entre la polvareda de los reproches mutuos y el despliegue del plañiderismo políticamente correcto en torno a unos escombros que alguna vez fueron casa, luna, puñal y fuego. Leo ahora, no sin perplejidad, que los responsables de la Junta acusan a los propietarios del veterano cortijo de estar dilatando los trámites y desembolsos que acarrea poseer una casa declarada Bien de Interés Cultural por una administración que piensa que su único papel cultural es el del BOJA. La misma administración que acumula sin sonrojo una media de una década de retraso, cuando no olvido, en sus principales obras (A-92, Liceo, Cable Inglés, Casa Consistorial, Materno-Infantil, etc) se permite el lujo de apremiar a los dueños de la ruina para que hagan algo que ellos no han sabido o querido hacer. De haber estado situado el cortijo en otro lugar de Andalucía, es muy probable que estuviera ya convertido en centro de interpretación o algo por el estilo. Pero la política, especialmente la cultural, en Andalucía no es más que eso: interpretación. Interpretación y reparto.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/75148/casa-luna-punal-y-fuego