Además de Andalucía -cuyo futuro político está en boca de todos ante la posibilidad de que Susana Díaz anticipe las elecciones-, también Grecia está de moda entre nuestros políticos. Y no porque se haya despertado en ellos un repentino fervor por las teorías de Platón o las obras de Pericles. La cosa es más de andar por casa. Viven las vísperas electorales helenas -las elecciones del próximo día 25- como algo propio porque lo que salga de las urnas griegas puede ser un anticipo de lo que ocurrirá en España cuando Mariano Rajoy dé por agotada la legislatura. Que podría ser antes de que formalmente cumpla cuatro años como inquilino en La Moncloa. Entre otros factores, por lo que podríamos llamar el “efecto Podemos”. La incógnita que supone un partido que va por delante en los sondeos pero del que desconocemos su fuerza real más allá del campanazo que dio en las elecciones europeas. Si en los próximos comicios municipales y autonómicos confirma sus expectativas -las encuestas le dan como primera lista entre la izquierda- es probable que el Presidente del Gobierno decida alargar al máximo la fecha de disolución de las Cámaras -legalmente podría llevarla hasta finales de enero del 2016-. Sí, por el contrario, los resultados de Podemos en la cita del 25 de mayo no se ajustan a los pronósticos -porque no les ha dado tiempo a organizarse o porque la gente se lo piense mejor- entonces, no sería descartable un adelanto electoral. Anticipo que favorecería las posibilidades del Partido Popular. Algún observador apunta que la fecha elegida podría ser el 27 de septiembre, el mismo día escogido por Artur Mas para celebrar su consulta “plebiscitaria” en Cataluña. Sería una jugada arriesgada, pero podría sembrar el desconcierto en las filas de los propios soberanistas ante la multiplicidad de objetivos a sustanciar en las urnas. En fin, parece una posibilidad un tanto forzada, pero no es descartable. Lo que sí está claro es que del “efecto Podemos” vamos a tener un anticipo indirecto a partir de la suerte que acompañe en Grecia a Syriza, un partido en el que se reconoce. Tanto como para que Pablo Iglesias se haya arremangado un poco más las mangas de la camisa para echarles una mano interviniendo en sus mítines. La cosa tiene algo de pique, si recordamos que también o Mariano Rajoy -hombre poco expansivo- improvisó un viaje a Atenas para apoyar a su colega Andonis Samarás, el gran antagonista de Tsipras y de su partido, Syriza. Atentos, pues al espejo griego.
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