A más de un paisano he oído decir que gran parte de esta provincia es, si no hija, al menos sobrina de Eolo. Por no aludir a la estrecha familiaridad que tan caprichoso y potente dios mantiene con determinados lugares y asentamientos de la geografía almeriense. Esta vinculación cuasi sanguínea no es nueva ni se ha evidenciado por vez primera durante los últimos días, en los que la relación familiar se ha extendido allende nuestras fronteras. Alguna contrariedad humana habrá sufrido este respetable señor cuando ha desatado toda su furia contra esta sufrida tierra. En mi pueblo, donde los daños e incidencias por causa del viento han sido de cierta consideración, sabemos que contamos con dos variables atmosféricas al año que nunca se ausentan: la de la calma climatológica y la del viento, cuya duración se perpetúa a lo largo de varios meses. En este último caso es mejor no mentar a semejante fenómeno porque desde tiempos desconocidos ratifica las teorías de Hipócrates acerca de la íntima relación entre tiempo y salud.
Casi todos los soplidos que se registran al pie de la Sierra de las Estancias provienen de Céfiro, el dios del viento del oeste, que aunque la mitología griega dice que era el más suave, en estas latitudes casi siempre ruge huracanado. Sin que seamos personas con una excesiva meteorosensibilidad, lo cierto es que los efectos negativos de estos envites se dejan sentir en la salud mental del personal; además de entorpecer el oído, oscurece la vista, carga la cabeza y languidece el cuerpo. A ese viento de Céfiro en el pueblo se le conoce como “aire de arriba”, y es retratado magistralmente en uno de los temas del cedé 13, de la banda “Pesadilla Electrónica” : “Ya se ven las tejas en el suelo/..las antenas miran hacia el cielo/..uralitas se rompen en las calles/.. hoy, mejor no hables de ahorcados/..la campana ,sin tocarla está sonando…sopla el aíre de arriba/ viento de mentes perdidas”. Es el aire de arriba.
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