A la Universidad, pastores

Hace algunas semanas, cuando se descubrió que uno de los edecanes del Supremo Recetador estaba golfeando con una beca que cobraba y no atendía, escribía aquí mismo sobre la burbuja de ineficaz ensimismamiento en la que flota la universidad pública española, centrando en ese aspecto la peripecia del descaro de los seguidores del Gurú de la Coleta. Y vuelvo al tema central ahora que los rectores de las universidades públicas españolas rechazan con fiereza numantina cualquier tipo de reforma que permita, eventualmente, que la universidad pública española ocupe alguna vez en el escalafón internacional el rango que su larga historia merece. En paralelo, se produce un episodio más del desbarajuste intelectual del principal partido de la oposición (a pesar de las encuestas me refiero al PSOE) anunciando por la mañana su disposición a un gran pacto por la Educación, para negarlo después por la tarde. En estas circunstancias es normal que incluso el ex presidente Zapatero, defensor a ultranza de las bondades de la universidad pública española, haya enviado a su hija menor a formarse en una universidad privada. Hemos llegado al punto en que algunos políticos alardean de lo barato que es ir a la universidad, aunque luego esos títulos no valgan ni lo que el marco en que se cuelgan. Por ejemplo, el consejero de Innovación de la Junta, José Sánchez Maldonado, presumía hace unos días de que en Andalucía se puede cursar un máster universitario por solo 3.500 euros, sin que nadie le preguntara por la utilidad real de unas acreditaciones tan económicas. Los más partidarios dirán ahora que eso es por lo bien que gestiona la Junta y la igualdad de todos y todas, bla-bla-bla, pero eso no es exactamente así. Pero por si acaso usted no tararea en la Coral Vajillas del juntandalucismo, le ofrezco un dato: la Escuela de Pastores de Andalucía (que este año se realizará en Vélez Blanco) ha estado costando entre los 4.500 y los 5.500 euros por alumno. Se queda uno cuajado.