El ladrillo malo es ya ladrillo bueno

Desde hace tiempo sostengo la incómoda teoría de que la Junta de Andalucía desprecia la inteligencia de los andaluces, que somos tratados como población susceptible de tragar con todo tipo de embelecos y artimañas por parte de sus principales responsables. Y digo que es incómoda porque no es agradable argumentar que estamos gobernados por personas capaces de solemnizar el discurso del vendepeines y hacer prestidigitación con mantas y sartenes. Pero esa es la realidad del carromato propagandístico andaluz: allá del que quiera salir a la plaza al reclamo de sus panderetas, porque volverá a casa desplumado y cargado de trastos inservibles. Escribo estas líneas bajo la impresión de haber leído un reciente tuit de la presidenta de la Junta, Susana Díaz, que por su interés, transcribo: “El Gobierno andaluz no tiene ni un minuto que perder. La construcción puede ser sostenible y ofrecer salida laboral a miles de desempleados”. En menos de lo que duran las uvas en Canal Sur, hemos pasado del ladrillo malo al ladrillo bueno. Y todo gracias a que estamos en campaña y hay que prometer cosas. Y vuelvo a lo de la falta de respeto. ¿Acaso cree la señora Díaz que le basta con añadir el término “sostenible” para que todo cobre garantía de veracidad? ¿Y qué demonios es la “construcción sostenible”? Quizás se refiera al modelo impulsado por la propia Junta durante décadas, que ha consistido en permitir construir poniendo la mano y volviendo la cabeza de tal modo que a día de hoy es imposible cifrar el parque de decenas de miles de casas ilegales levantadas ladrillo a ladrillo por toda Andalucía, especialmente en Almería. ¿Qué pretende Susana Díaz además de captar el voto de miles de albañiles en paro? En todo caso, sería magnífico verla decir esas cosas en la terraza más alta del Algarrobico, símbolo indestructible de la política urbanística de la Junta: hacer legal lo ilegal y viceversa, pero siempre pasando por caja.