La fulminante liquidación de la FSM (Federación Socialista de Madrid) se ha justificado por las presuntas irregularidades conducentes a posibles imputaciones, cuestionable cohesión interna y escasas expectativas electorales de Tomás Gómez. Así, en Madrid, Pedro Sánchez da un golpe de mano recuperando históricas depuraciones del PSOE que se sustentaron en la eliminación de amenazas para el aparato establecido con alguna disidencia, pero nunca para erradicar comportamientos reprochables, corruptelas y desprestigio. La “fontanería” en las sucias sentinas ha sido preservada como fondo de garantía y blindaje de permanencia.
Si alguna vez a Pedro Sánchez le asaltó atisbo alguno de depuración ante la corrupción, aquí en Andalucía, tiene faena. Sólo tiene que dirigir su mirada hacia Susana Díaz y comprobar cómo ha venido conociendo y ocultando irregularidades manifiestas que alcanzan escalofriantes cifras multimillonarias en ERE y cursos de formación fraudulentos. El problema radica, no ya en la preservación de la honorabilidad del Partido y sus dirigentes, sino en el cálculo de riesgo que conlleva hurgar en el socialismo devenido en régimen omnímodo por espacio de más de 30 años y con una lideresa a la que sus fieles le otorgan el don de la infalibilidad, como al Papa.
Pedro Sánchez sabe que Susana conoció los ERE, cursos de formación y otras mamandurrias como no podía ser de otra manera desde sus altas responsabilidades institucionales y de partido (secretaria de Organización, consejero de Presidencia, presidente de la Junta…). Cabe la posibilidad de que fuese orillada, eximida e ignorada por el sanedrín de actores de las martingalas y que Susana no se enterase de nada; cosa improbable por naturaleza de su evidente ambición, profundo conocimiento de las interioridades y maestría en la estrategia. La finezza, carisma, providencialismo, demagogia, cercanía, entusiasmo, seducción… no son cualidades aisladas y exentas de otras menos exhibidas y confesables. Esto se aprendía en la mili. Un tonto rematao jamás puede parecer listo, pero un listo puede parecer lo que quiera en cada momento y circunstancia: tonto, bobo solemne, sociópata o la bondad y virtud personificadas; todo depende del objetivo a alcanzar.
Unas razonables expectativas electorales son el mejor antídoto para aventurarse a iniciar procesos regenerativos y depuraciones internas. Todo lo contrario. La respuesta esperada es la de un solo hombre ante los “ataques” de los oponentes. Y esto ya lo vimos en IU, otrora colaborador necesario y, ahora arrojados del gobierno, recuperan el semblante de la honradez y el rictus de la responsabilidad restauradora que obviaron durante su periodo de mullida moqueta.
Son así. Ya le pueden encontrar a Monedero los cientos de miles de euros o un atolón de diamantes, da igual. La izquierda acomoda su discurso modulando el grado revolucionario o contrasistema. A mayor gamberrada más intensidad revolucionaria. Si las cuentas de Suiza descubren doce mil millones de dólares de la Venezuela del “pajarito” Chávez no pasa nada. Acabarán por denostar el cotizadísimo rollo de papel higiénico como “símbolo de la decadente cultura imperialista yankee”. Las hemorroides, como el comunismo, se sufren en silencio. A los disidentes los “operan” rápido y gratis.
El PSOE de la Junta de Sevilla “cruje” a la juez Alaya por su oportunismo. Dicen que si se convocan elecciones aparecen operaciones contra la corrupción, pero ¿qué fue antes la corrupción o la actuación de la justicia? Susana puede estar tranquila, Pedro Sánchez no se atreverá. Y de la justicia… está por ver.
En cuanto a las elecciones, siempre hubo un fondo de complicidad y complacencia en el dicho popular “dame pan y dime tonto”. Entre listos disfrazados y obnubilados por la demagogia anda el juego.
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