El amor no se elije. Dice Alberto Cortázar en el capítulo 93 de Rayuela: “Tú no eliges la lluvia que te va a calar los huesos”, al igual que no elegimos a quién amamos ni elegimos quién nos amará. El amor llega así sin planearlo.
Esta sociedad hipócrita celebra el día del amor entre corazones, cenas románticas y lencería y se escandaliza cuando el amor se muestra con una caricia o con unos besos. ¿Cuándo nos daremos cuenta de que no existen ni los príncipes ni las princesas? Los cuentos exaltan el amor romántico, el amor como fuente inagotable e incondicional y que hay un hombre o una mujer destinada a ti. El premio a los sacrificios del príncipe es la princesa que espera en su castillo. Y los niños y las niñas crecemos escuchando este cuento. No es para estar todo el día negociando para conseguir las cosas; ni es sacrificio para hacerlas. El amor tiene que hacerte libre y no te convierte en propietario ni adquisición, ni en dominador o dominado. No te roba libertad. El amor hay que construirlo día a día y no en una noche impuesta. “Si me quieres, quiéreme entera, no por zonas de luz o de sombra” dice la poeta D.M. Loynaz. El amor te acepta como eres: gordo, delgado, alto o bajo, no cree que seas un príncipe azul o princesa rosa. El amor nos ayuda a liberarnos de miedos y, para eso, tenemos que relacionarnos con las personas con libertad, con generosidad y, sobre todo, con ternura. Escribe la poeta G. Mistral: “es noche y baja a la hierba el rocío; mírame largo y habla con ternura. ¡Qué ya mañana al descender al río la que besaste llevará hermosura!”. El amor no es la solución a nuestros problemas: los cambios necesarios tienen que partir de nosotros mismos. Hay que disfrutarlo en presente porque es el único regalo que tenemos. Dice García Lorca, el poeta, en unos versos desgarrados: “Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas, tigre y paloma, sobre tu cintura en duelo de mordiscos y azucenas”. El amor no es sufrir: es disfrutar. El amor es estar rodeado de personas que nos permitan crecer y evolucionar. El amor es un arte, es poder dar amor a los demás. El amor no se da por interés o necesidad. Hay que quererse mucho para poder dar a los demás y poder disfrutarlo. El amor rodeado de las personas a las que queremos nos hace ser más libres para relacionarnos con nuestras parejas. El amor se cultiva y se alimenta todos los días porque amar y que te amen es el mayor regalo que te puede dar la vida.
Hoy celebro un canto a la vida porque, hace unos años, mi madre me trajo al mundo con su amor incondicional en una soleada mañana de domingo. Y reconozco que nunca me gustaron los cumpleaños en sábado cuando iba al colegio, porque no podía celebrarlos con los compañeros del cole. Me gustaban los cumpleaños que caían en viernes para celebrarlos con ellos y, después, iba a casa y me esperaban mis hermanas, mis yayos y mi madre con una comida fuera de la cotidianidad, y no porque yo fuese especial sino porque mi yayo y yo cumplíamos años el mismo día y eso nos hacía estar conectados de manera única: y esto también es amor.
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