Las mañanas de los viernes, si hace buen tiempo, comienza uno a sentir las primeras delicias del fin de semana. Estamos en el sur. Excursiones , proyectos, coches , carreteras secundarias de los pueblos. Sol, nubes blancas por el cielo: naves por el mar. Todo parece moverse hacia un centro que se llama dicha vacacional. En mi caso concreto aún me queda el articulo del sábado, rabo por desollar de la semana informativa. No estaría bien que en el día de los enamorados yo saliera esta mañana con algún pozo negro de los muchos que tiene nuestra sociedad. Obviando, pues, el mercadeo que los comerciales han hecho de esta efeméride, digamos una palabrita sobre el amor que mueve las estrellas, en frase del autor de la “Divina Comedia”. ¿Qué es un dia en comparación de los lustros que llevamos entregados a informar sobre el odio de los hombres? Los indalianos, tan amantes de hacer chanchullos historicistas con tal de poner a su tierra en órbita nacional, se inventaron un San Valentín exprés. Muchos años después, el autor del invento me dijo que aquello no tenia nada que ver con la verdad de la historia. Pero, bueno, ya se sabe que al amor le sienta bien un poquito de exageración, como dijo Benavente. El caso es que la fiesta se ha ido aclimatando y hoy es incalculable la cantidad de regalos, flores, besos , deseos de felicidad que el febrerillo mueve solo por el antojo de quererse. En estos días es costumbre visitar a Bécquer y a Neruda para que nos libren del trance de no decir tonterías en el requiebro amoroso. También es costumbre recurrir a las canciones que marcaron instantes imborrables que ahora nos vienen a nxuestra mente como una ola. “ Como una ola”... ¿ qué les dice a ustedes esta última frase? Mira que se han dicho exquisiteces literarias sobre este fenómeno. No terminan los científicos de aclarar si el amor es obra de la química o de incontrolables misterios fortuitos, pero ese arrebato, ese delirio demorir por otro tan parecido a la cárcel de amor, como dijeron los clásicos, merece atenta meditación. Así podríamos salir de la espesa vulgaridad con que vivimos estos sucesos del alma. De la trivial y vergonzosa confusión entre sexo y amor, más vale callarse.
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