La enorme crisis económica, social, energética, ambiental y política en la que vivimos de forma directa en nuestros pueblos y ciudades, centrada principalmente en el paro, la precariedad y desigualdad crecientes, nos está generando malestar, violencia y miedo, concentrándose de manera especialmente intensa en las ciudades, donde se ha perdido su equilibrio con el territorio próximo que la sustentaba y que cada vez depende más de la energía, agua, alimentos y productos manufacturados, dentro de una economía global enormemente dependiente de combustibles fósiles que no tenemos. Estos, que empiezan a escasear y a encarecerse, son responsables del cambio climático. Estos problemas expuestos requieren soluciones combinadas y que den respuestas simultáneas a todos ellos. Los próximos cuatro años van a ser decisivos en las políticas municipales, autonómicas y estatales.
Nos encontramos en una situación en la que los líderes políticos no se ponen de acuerdo para erradicar la pobreza o el cambio climático. Cada uno, a nuestra escala, podríamos hacerle frente y hay que empezar desde lo local. Desde los municipios se podría combatir a la pobreza, a través de los empleos verdes y la economía del bien común, además de reducir las emisiones de gases invernadero, impulsando un nuevo modelo energético. Ante esta situación, cualquier oferta que prometa empleo encuentra apoyo social contraponiendo, con frecuencia, trabajo y salud, trabajo y medio ambiente. Sin embargo sabemos que sólo podemos encontrar empleo de calidad y de futuro si apostamos por la economía en los límites de la naturaleza, apostando por los empleos verdes. Es posible resolver nuestros problemas sin poner en juego nuestros recursos naturales, territoriales, humanos, de generación de conocimiento y de creatividad e innovación social, y esto pasa apostando por generar empleo de economía local, con los recursos locales, de forma limpia y cooperativa. Los municipios están llamados a ser los protagonistas de la transición hacia el nuevo modelo que la sociedad está demandando. Son los agentes de cambio fundamentales, pero solos no pueden hacer frente a las políticas de financiación de las Comunidades Autónomas o al sistema electoral vigente, en los que se encuentran muchos de los problemas que hoy se presentan en nuestros municipios. Las claves en la política municipal deben de ser la cooperación política, la lucha contra la impunidad, el desarrollo de una economía local al servicio de las personas, el respeto a los límites ecológicos del planeta, la interculturalidad y la solidaridad intergeneracional. Siempre asumiendo el papel de la mujer en el nuevo modelo de sociedad. El momento que estamos viviendo exige propuestas electorales que sean un contrato claro con la ciudadanía, para el cambio hacia la justicia social y la sostenibilidad, donde se plasmen los compromisos y medidas concretas, con indicadores y rendimiento de cuentas. Todo ello de una manera transparente y participativa. Nuestros pueblos y ciudades se enfrentan al reto de resolver sus problemas espaciales, sociales, económicos y ambientales en un contexto de incertidumbre, que cambia vertiginosamente. Necesitamos calidad en nuestras viviendas, espacios públicos y equipamientos. Igualmente se hace imprescindible la conexión entre barrios a través de redes de transporte público, carriles bici y caminos peatonales, recuperar el equilibrio ambiental, reduciendo el consumo de agua y energía, reciclando y recuperando residuos. Pero, sobre todo, mejorando la calidad de las relaciones sociales, los lazos de buena vecindad y la riqueza de su vida asociativa. Mejorar la cultura participativa es la base y el motor de todo el proceso de cambio. Es el momento de que los políticos locales pueden enseñar que se puede gobernar a favor de la ciudadanía.
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