El Gobierno parece haber consumido a estas alturas de Legislatura la mayor parte del combustible con el que había comenzado su particular travesía hacia, ahora lo sabemos, ninguna parte. En este viaje transoceánico en el que los vigías no divisan tierra en el horizonte, el capitán de la nave se ha dado de bruces con una aterradora realidad: ha puesto tanta distancia con respecto al lugar de partida que ha sobrepasado ya ese lugar, ese punto de no retorno, del que es imposible regresar.
Rajoy, en esa tesitura, ha decidido replegar velas, consciente de que nada de lo que haga o diga a partir de ahora conseguirá variar el desarrollo de los acontecimientos. Pese a que mantiene el discurso de la recuperación, sabe perfectamente el estado ruinoso en el que anda la economía familiar y eso no lo va a maquillar ningún nuevo anuncio.
El PP, además, tiene un serio problema en Andalucía, por incomparecencia de su candidato, que alcanza el nivel de gravedad extrema en regiones como Valencia o Madrid, feudos en los que el olor a derrota llega hasta la calle Génova y donde los escándalos relacionados con la Gürtel o el espionaje político hacen insoportable el bochorno.
En ese escenario, el PP está tomando decisiones tan difíciles de explicar como la modificación de la ley de interrupción del embarazo que ha vuelto a pasear in extremis con el único objetivo de contentar a los sectores más ultras de su partido.
El Ejecutivo ha hecho pública esta noticia a la vez que Rajoy nombra al ‘moderado’ Sanz delegado del Gobierno en Andalucía y el vicesecretario de Organización del PP y director de campaña, Carlos Floriano, defiende junto a otros compañeros la ‘populista’ cadena perpetua revisable.
Así, con todas esas evidencias, las cartas de navegación apuntan al mismo lugar, a ese punto perdido en el océano en el que se encuentra el PP y dónde el capitán del barco ya ha ordenado virar todo a estribor.
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