¿Qué quedará del Debate sobre el estado de la Nación? Probablemente, poco. Apenas el eco provocado por el despliegue de un juego clásico que consiste en intentar discernir "quien estuvo mejor". Opinión que depende del color de la parroquia seguidora de cada uno de los oradores y del medio o medios de comunicación afines. Ya digo que es lo que acostumbra a pasar con éste peculiar debate cuyo formato ha resistido 25 años sin apenas cambios. Aunque el de este año ha sido un tanto singular porque coincidía con un calendario plagado de elecciones.
De ahí que hay sido el primer mitin de las cuatro campañas electorales que nos aguardan. De la primera, la de Andalucía, hablaron Rajoy y Sánchez. El Presidente mencionando a Susana Díaz como recurso para atacar en el flanco débil que en términos de liderazgo aflige al secretario general del PSOE. Por parte de Sánchez, ninguneando a Juan Manuel Moreno Bonilla, el cabeza de lista de los populares elegido a dedo por Rajoy. En orden a la siguiente cita electoral -las municipales y autonómicas- fueron tantas y tan seguidas las alusiones o indirectas relacionadas con Podemos -partido todavía sin representación en el Parlamento nacional- que pareció como si su líder Pablo Iglesias se hubiera hecho presente de manera virtual, en forma de holograma. Tal es la fuerza de las encuestas y el temor o la cautela que inspiran. De ese registro, sin duda, también salieron algunas de las profecías escuchadas en el transcurso del debate en relación con el futuro de casi todos los oradores. De alguno fue pronosticado que sería su último debate y de otros que no llegarían lejos en su carrera política. Pellizcos. También los hubo -y sabidos- por parte de Durán Lleida, en nombre de CiU y a nombre de la deriva secesionista liderada por Artur Mas. Fue lo de siempre: "Estamos ante un problema político que usted no quiere ver" -dijo señalando al Presidente del Gobierno. "¿Y, no le parece a usted -replicó Rajoy- que lo que de verdad es un problema político es no cumplir la ley". Parece de lógica, pero ya se sabe que cada uno cuenta las cosas a su manera. Eso: cómo lo cuente cada uno, es lo que quedará del debate. Lo demás será espuma.
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