Estos últimos días hemos podido comprobar cómo sigue habiendo personas que no parecen haber entendido nada de lo que está ocurriendo en este país, que siguen ajenas a las demandas, cada día más crecientes, de ejemplaridad y honestidad en la clase política.
Una muestra de todo esto lo hemos vivido en torno al Debate sobre estado de la Nación, donde un presidente bravucón, que se saltó todas las líneas rojas de la insolencia, intentó tapar el enorme daño que han provocado sus políticas con descalificaciones a sus adversarios. Su despropósito fue tal, se pasó tanto de vueltas, que eso mismo y no sus acciones u omisiones sobre distintos asuntos le hizo perder el debate de forma estrepitosa.
Los españoles, que no necesitan tirar de ‘recorteca’ porque tienen presente a diario los sablazos que les ha pegado este gobierno, no solo rechazan esos modos sino que desaprueban de forma contundente que alguien les intente hacer pasar por tontos. Ahí es donde Rajoy lleva todas las de perder: En España ya es imposible engañar a nadie.
Por eso, alguien puede entender que ante el semejante nivel que exhibió el presidente del Gobierno en el estrado, la vicepresidenta del Congreso se entretuviera con algún videojuego en su tablet. Celia Villalobos, con su actitud, puso de manifiesto en todo caso dos cuestiones: que le importaba un pimiento lo que estuviera diciendo Rajoy y que le ha perdido todo el respeto a su cargo y a la política. A estas alturas no se sabe qué es peor, si que continúe negando la evidencia o que siga aún en su puesto.
Si Villalobos demostró que anda también pasada de vueltas, en Valencia hemos encontrado un último ejemplo de todo esto a cuenta de su alcaldesa, que quiso terciar con su particular ‘caloret’ por el primer puesto en esta peculiar competición. Rita Barberá dio certeras muestras con su bochornoso discurso en Fallas de que no solo va pasada de frenada con la Fórmula 1.
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