Limpiarse los zapatos y la boca

Para evitar el poco elegante recurso de la autocita, me limitaré a señalar que ya dije en el pasado algo que voy a repetir ahora: Pedro Sánchez será todo lo ebúrneo a algunas y algunos les quiera parecer, pero al final acabará haciéndonos añorar al calamitoso Zapatero. Y lo malo es que ese final está cada vez más cerca, porque ni los suyos disimulan ya lo intragable del meloso jarabe de eslóganes y titulares huecos que el señor Sánchez se empeña en ir prescribiendo a todo el mundo. Y como prueba un dato: ¿adivinan el único lugar en el que Susana Díaz le va a dejar predicar en estas elecciones? Correcto: en Almería. Ahí la llevas, Perico. Vete al sitio donde menos nos quieren y donde decir Susana y Sevilla es como mencionar esas dos eses en una reunión de jubilados israelíes. Lagarto, lagarto. Lo cierto es que el señor Sánchez lanza ya señales de desorientación que le hacen meterse no ya en el fango escatológico de buscarle las cosquillas al presidente Rajoy, sino de meterse directamente en las movedizas arenas de la memoria reciente. ¿Qué demonios tiene que pasar para que Pedro Sánchez recuerde que fue su partido, el PSOE, el que se cargó el Plan Hidrológico Nacional que habría evitado tanta inundación y tanta salida de tono? Quizás esto no lo recuerde el bien timbrado aspirante, pero fue su admirado Zapatero el que, obedeciendo las órdenes de sus socios independentistas, despreció la subvención europea que sufragaba buena parte del proyecto para impedir que la “catalanísima” agua del Ebro acabase regando los invernaderos de Almería. Acaso el señor Sánchez no recuerde su silencio de entonces y su apoyo al cerrojazo hidrológico que el PSOE nos pegó a todos los almerienses, pero para eso está aquí ese modesto espacio. Para recordárselo y para sugerirle que nos hable de eso en el estupendo mítin que vendrá a ofrecernos.