La Semana Santa es una representación escénica del drama de la pasión, según se desprende de los evangelios. Es evidente que requiere mucha fe y mucho espíritu colectivo para llevarla a cabo empujando a todo un pueblo a salir a la calle y pasear sus distintos pasos. No voy a entrar e en el hondón de la conciencia de nadie para calibrar lo que siente o deja de sentir cada cual. Pero la experiencia me ha enseñado que existen como tres clases de cofrades. En primer lugar los todoterreno que están a todo lo que se les encargue llevados por su entusiasmo. Se dice de éstos que lo mismo harían de Crucificado que de las Tres Marías, Pilatos o el Centurión. Sienten el proceso como suyo; ya no lo conciben solo como un trabajo de creyentes sino como algo más amplio donde se ponen en juego el esplendor de la iglesia católica y la fama turística de la provincia. Tan encendido es su entusiasmo organizativo que a veces se crean tensiones entre ellos en choque con la autoridad eclesiástica por ver quién manda aquí. Ya se ha hecho la historia de los renovadores de la Semana Santa almeriense. Esto me dispensa de ser más explicito sobre el tema. En segundo lugar están también los cofrades de barrio. Son casi los mismos que los anteriores pero con menos influencia. Se limitan a trabajar sobre su paso y organizar la procesión (costaleros, capataces, floristas, técnicos electricistas etc.). En el fondo les anima, respecto a los demás pasos, como una sana competencia deportiva, a ver quién gana, a ver quién recibe mejores piropos del público. Y por último están los no religiosos, los que no se distancian mucho del que viene de fuera y solo miran la idiosincrasia y la curiosa manera de ser de los españoles. Es algo nuevo porque con Franco esto no pasaba. Detrás de los tronos iban sumisas las autoridades civiles y militares, creyentes y no creyentes. Ahora se van al monte o a la playa, visitan otras ciudades, compran estampas de las catedrales, y oh paradoja, al final vuelven con con la bolsa llena de recuerdos piadosos, porque quien más quien menos todos han sido alguna vez niños hebreos o costalero de su parroquia. Por si fuera poco, la Semana Santa en este país es tan total y abarcadora que no sabes dónde meterte. Allá donde vayas te perseguirá la radio y la televisión y la prensa escrita. Quienes mandan en esto dicen que no hay noticias en esta semana. Los políticos hablan poco y los tertulianos, por fin, enmudecen.
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