Tal como lo cuenta el trágico Esquilo, Prometeo, gran víctima de la Fuerza y la Violencia, representa el choque brutal entre el dios poderoso Zeus y el titán rebelde. Hefesto, otro dios herrero, clava a Prometeo a las rocas de una montaña en un lugar desierto no pisado nunca por seres humanos. La razón de tal castigo no deja de ser peregrina. Zeus, que reina en los cielos, ha repartido su inmenso poder entre los miembros de sus familia olvidando a la raza humana, la más necesitada. El gran pecado de Prometeo es haber robado el fuego, padre de todas las artes cual brotan todas las artes, y haberlo entregado a los hombres. Lo cuenta el propio Prometeo: “ Yo fui el atrevido que libré a los mortales de ser aniquilados y bajar al Hades. Yo hice que los mortales dejaran de estar pensando en la muerte antes de tiempo”. A continuación, el rebelde expone una a una las ventajas de conocer el fuego y la trasformación social que por esa causa se ha producido entre los hombres. Sin embargo, Zeus no ceja de descargar su ira tal como corresponde al dios del Olimpo. El titán encadenado no quiere ni que le visiten las Oceánidas, las hijas del Océano que circunda la Tierra. Estas mujeres sienten compasión de Prometeo al verle sufrir prisionero de grilletes de acero que le cosen a la roca. Como solución, proponen un pacto con Zeus pero no hay manera. Prometeo medita en lo mucho que han cambiado los hombres después de la llegada del fuego. Gran diferencia entre lo que había y lo que el fuego descubrió. Los hombres no discernían si era primavera o invierno; si había que guardar los alimentos del fértil estío; desconocíamos asimismo los ortos y los ocasos de las estrellas e ignorábamos la escritura donde se guarda la memoria de todas las cosas. “Después de haber inventado tantas cosas- dice el gran preso- no tengo invención con la que me libre del presente tormento”. Muchísimas cosas aprendimos gracias a la gesta de Prometeo pero una fatalidad manejada quién sabe desde los arcanos mantiene a la inteligencia encadena a una roca. Alguna vez se habló de un Prometeo liberado pero no hay que hacerse ilusiones. Desde aquí pueden mis contemporáneos establecer cuantas simetrías quieran: lucha sin fin de la religión contra la ciencia, de la represión política contra la libertad de expresión, de los pobres contra los ricos y desde luego todo envuelto en un magma de palabrería huera que no devuelve a los tiempos anteriores a toda mitología.
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