Mientras la presidenta que adelantó las elecciones para buscar la estabilidad atraviesa ahora el vaivén de la incertidumbre negociadora, asistimos al paso de la cofradía de la Santa Amnesia bajo el palio del Tribunal Supremo. Van avanzando paso a paso en su estación de penitencia judicial, precediendo a los tronos en los que los votantes socialistas portan a los expresidentes de la Junta. Esto, que analizado fríamente podría parecer el argumento para un relato surrealista, no es sino la descripción fugaz de la realidad política andaluza. De la vergonzante realidad política andaluza, matizo. Y es que poca cosa diferente al bochorno puede provocar ver a José Antonio Viera, todo un ex consejero de Empleo de la Junta de Andalucía, afirmando, como declaró ante el Juez Barreiro, que él no sabía lo que firmaba y que él sólo es un maestro sin formación jurídica alguna. Es decir, que el PSOE recurre al cachulismo como estrategia jurídica. Si en Marbella el alcalde que firmaba los pelotazos urbanísticos era un simple camarero, se comprende que la transición de la ración de chopitos al plan general de ordenación urbana generase en el camino bolsas de basura llenas de billetes. Es lo que pasa con estos pobres hombres sin pena ni gloria, jornaleros del coche oficial, a los que el azar o el dedo político aposentan en un despacho más grande que sus capacidades técnicas o académicas. Pero lo cierto es que el Tribunal Supremo investiga desde hace cinco meses si desde la Consejería de Empleo de la Junta se organizó un sistema entre los años 2000 y 2012 que presuntamente desvió 855 millones de euros que acabaron en manos de sindicatos afines, empresas amigas y un considerable número de compañeros y familiares. Es decir, que en el mejor de los casos tenemos a un maestro torpe al que nombran consejero, igual que Calígula invistió a Incitatus, su caballo, como cónsul de Bitinia. Para que luego digan que el PSOE no fomenta el estudio de los clásicos.
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