Fue Dámaso Alonso quien dijo aquello del “siglo de las siglas” para burlarse un poco de la manía de la abreviatura y de la simplicidad informativa. Los españoles lo notamos especialmente después de la Transición política cuando la democracia trajo una ventolera de partidos menores que era necesario domar. El legislativo de entonces tuvo la preocupación por la Ley D´ont de favorecer a dos grandes fuerzas moderadas( UCD y PSOE) para someter en términos operativos el bosque inextricable de siglas. Sin embargo, con el tiempo la gente se cansó de aquello porque cualquier mindundi desconocido que colocaban en las listas salía elegido iba al parlamento a calentar el sillón sin hablar nunca. Se impuso entonces la teoría de las listas abiertas. Ahora lo importante sería el nombre del candidato por encima de la sigla. En realidad los dos métodos tienen su defectos y sus ventajas pero la necesidad nos va dictando lo que tenemos que hacer. Sea porque ya llevamos treinta años con la misma ley electoral, sea porque la corrupción ha llegado hasta las cejas de la mayoría de nuestros representantes, el caso es que ahora surge de nuevo el desdén por el siglo de las siglas. Monago identifica su nombre con el de Extremadura y no se le ocurre otra cosa que idear un rap donde se cante precisamente estas mentiras. En Madrid, doña Espe va por los mercados como un verso suelto del PP. Ella no se mete en nada aunque no asume muchas cosas de la ejecutiva. Hace su campaña callejera a su aire por más que Rajoy le advierte que es la sigla el signo de gloria para ganar las próximas elecciones. No sé si la moda parte de las mismas agencias publicitarias. He visto algunos carteles y resulta que la táctica consiste en poner el nombre del candidato en lugar bien visible y luego esconder la sigla del partido donde menos se vea. A esto hemos llegado: a avergonzarnos de nuestro padre nutricio. Hay algunos políticos que se echaron en brazos de la sigla como su única salvación en tiempos de desconcierto y paro. Sin embargo, ahora se avergüenzan de su genealogía. Habrá que oírles ahora en los mítines, dispuestos a darlo todo por la felicidad del pueblo y convencidos desde luego de que sin su sigla ganadora no puede haber estabilidad ni salida de la crisis. Es el principio falsamente ilustrado: todo para el pueblo pero sin el pueblo. Hoy a los recortes que pagan los pobres les llaman nada menos que “patriotismo”. Hay que joderse.
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