Entre el medio fiasco del referéndum del 9 de noviembre en el que a los independentistas no les salieron las cuentas como esperaban y la irrupción mediática de Podemos y de Ciudadanos, hay quien cree en Madrid que lo de la separación de Cataluña de España pasó a mejor vida. Craso error. Empresarios y banqueros catalanes que se la juegan en España advierten de esa peligrosa sensación. "En los despachos del poder en la capital ya no se habla del problema catalán porque lo que les da miedo ahora es Podemos, pero esto rebrotará enseguida", aventura un directivo bancario en Barcelona. Y pone fechas: la noche del 24 de Mayo con posible reválida el 27 de septiembre. La presidenta de la Assemblea Nacional Catalana,Carme Forcadell, lo confirmaba el viernes en un discurso: el 24-M es el trampolín hacia la independencia.
El propio presidente Artur Mas lo explica: "Si tenemos fuerza y mayoría soberanista en los ayuntamientos el 24 de Mayo, podremos considerar estas elecciones como unas primarias para la elecciones plebiscitarias del 27 de Septiembre". El proceso hacia la independencia ha castigado a todos pero ha crujido especialmente al PSC y a la Unió Democrática de Duran Lleida cuyo futuro es muy incierto. Pedro Sánchez así lo entiende y se está volcando en Cataluña porque sabe, además, que es imposible gobernar en España si no obtiene un buen resultado allí. Ya saben ahora, y la población catalana lo va conociendo aunque los medios oficiales lo oculten, que Europa no espera, ni a Cataluña ni a nadie, con los brazos abiertos, y que la operación sería traumática para todos. Pero asumen el riesgo porque política y emocionalmente les compensa. Y es rentable electoralmente. ¿Y qué pasará si el 27-S, o más tarde, no hay la mayoría independentista soñada en el Parlamento catalán? Todos los consultados coinciden: Artur Mas se marchará a casa.
Se acabó el balneario de las mayorías absolutas. Vienen tiempos de pactos y de reeducación de políticos, y también de ciudadanos, acostumbrados más a la descalificación que a la cesión para alcanzar acuerdos. Pero esas encuestas reiteradas en las que se dibuja que esto ya no será cosa de dos sino de cuatro, por lo menos, anuncian un nuevo escenario. En Andalucía ya llegó porque fue la primera elección del año y todo está empantanado. Y en menos de un mes ese cuadro escénico lo tendrá la mayoría de los más de ocho mil municipios españoles y trece comunidades autónomas. Habrá que afrontarlo. Y seria bueno hacerlo, sobre todo, considerando los problemas de fondo que tiene la democracia española hoy: paro insostenible y desigualdad creciente, pero también el encaje de Cataluña en España. Dar el problema por controlado es crear una bomba de relojería que puede acabar estallando. Atentos.
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