Casi nadie se libra esta mañana de comentar la noticia: Monedero rompe con Podemos. Es un suceso político demasiado mollar para dejarlo escapar. En el frontispicio del programa de todo partido, por insignificante que éste sea, hay una titular con letras de oro que hace de arquitrabe y dice más o menos así: “ Este partido se propone transformar la sociedad”. Lo que ocurre es que con el paso de los días, es la sociedad con su vitalidad y su dinamismo la que transforma al partido. Así ha ocurrido incluso en otras organizaciones mucho más espirituales que no pretendieron el triunfo terrenal. Los líos con Hacienda de Monedero, (poca cosa si tenemos en cuenta los exasperantes robos que conocemos en otras partes), han terminado por desanimarle y ponerle al margen de su propia ideología. Pero no creo que esto sea lo principal. Un partido surgido del cabreo de una sociedad abandonada, con un ideario cuando menos conflictivo impulsor de la lucha contra la oligarquía, que da paso a la vez a gentes de la derecha y de la izquierda , tenía que tropezar con el ideólogo puro de primerísima hora. Monedero acusa a Iglesias de haber traicionado el espíritu fundacional cayendo en los mismo que criticaron. Son casta también ellos, o cuando menos se parecen. Yo recuerdo que en las primeras algaradas de la Puerta del Sol hubo algunas asociaciones conservadoras que hasta llegaron a simpatizar con los manifestantes. La única pega era su idealismo inane , no irían muy lejos si no cristalizaban pronto en un partido político. Iglesias y Monedero aprendieron la lección. El resultado fueron los cinco diputados de las elecciones europeas. Este es el buen camino , pues, pese a los rigoristas de siempre. La gente prefiere un partido que le sirva de catapulta real para la renovación de la vieja política. Es cierto que mucho tendrá que cambiar Podemos en cuanto a estrategia organizativa alejado ya de personalismos estériles. Pero en la medida en que parezca a los demás partidos crecerá en eficacia funcional. Con el idealismo abstracto no vamos a ninguna parte. Como dice Pablo Iglesias: “ Quizá Juan Carlos no es un hombre de partido, es un intelectual que necesita volar” Pues que vuele. El trabajo diario de partido resulta rutinario y poco brillante, pero es más decisivo de cara a la toma del poder. Y solo tomando el poder se podría cambiar algo esa sociedad que no nos gusta.
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