La bardomera

“La demagogia ha provocado una irracional visceralidad que sirve para radicalizar posturas”

Antonio Felipe Rubio
01:00 • 08 may. 2015

Se suele dar por bueno el aserto “El pueblo es sabio” o “El pueblo nunca se equivoca”. No estoy de acuerdo. Nunca seremos sabios si nos dejamos embaucar.


La aparición de partidos políticos nacidos del apresurado y oportunista análisis de una depresión económico-social suele aportar experiencias que la historia refleja sólo para conocerlas y jamás reproducirlas.


La demagogia y el populismo han provocado una irracional visceralidad que, lejos de entrar en el posibilismo de alocadas propuestas, sirve para radicalizar posturas que conduzcan a lo que llaman “regeneración democrática” que, en realidad, es el camino más rápido para alcanzar la inestabilidad e inseguridad jurídica. Prueba evidente de ello son las condiciones impuestas por Ciudadanos y Podemos al PSOE de Andalucía para apoyar la investidura de Susana Díaz. Y es que pedir la “cabeza” de Cháves (órgano fisiológico más prominente y preeminente del semoviente) no tiene sentido si de ejemplarizar la lucha contra la corrupción se trata. La cabeza de Chaves no soluciona ni repara los últimos datos aportados por la UCO de la Guardia Civil que elevan a 1 300 millones de euros el fraude de los cursos de formación y los extiende hasta el año 2014 (año en el que, también -como Chaves y Griñán- Susana fue presidente de la Junta). Si C´s tuviese verdadera intención en la apelada regeneración democrática no eludiría este relevante argumento. Sin embargo, se recrean en la sobreactuación del guerrero “predator” que exhibe la cabeza del derrotado en el extremo de una afilada pica: regeneración regresiva al estilo Australopithecus.




En cuanto a Podemos, piden a una administración autonómica que se rija con comportamientos arbitrarios y caprichosos cancelando las cuentas con aquellas entidades financieras que no se plieguen a su visión particular de la legalidad vigente en el proceso de embargos o desahucios. Es decir, pretenden la populista discrecionalidad frente a la seguridad jurídica.


Susana Díaz se equivocó; y muchos andaluces, con ella. Quiso alcanzar la gloria que cree le pertenece al considerarse irrenunciable, imprescindible e irreemplazable. Su discurso, talante y argumentos la delatan. Igualmente, el conocimiento de la realidad advierte del espejismo: “Quién la conozca, que la compre (Maíllo, IU)”.




Fruto de unas elecciones que no concretan un mandato directo y diáfano, dejamos en manos de los “negociadores” un futuro incierto prologado de “tactismos” y “tacticismos”. Ambos conceptos, de referirse a tácticas políticas, son indebidos, inexistentes e inadecuados. O sea, que aplican tácticas desde conceptos incorrectos… Así salen después las cosas, como un “paquete potente de…”.


En política dos son muchos, y tres multitud. La aversión hacia el bipartidismo siempre nace de situaciones que sólo puede solucionar el bipartidismo: PSOE arruina/PP recupera. PSOE vuelve a arruinar/PP vuelve a recuperar… Son los ciclos conocidos con Felipe/Aznar y Zapatero/Rajoy. No hay más historias. Es nuestra experiencia indeleble. Si hay un gobierno experimentado en recuperar la situación es el PP; también es cierto que no hay nadie como el PP para perder el poder una vez pone en bandeja los logros alcanzados.




Cambiar de cabalgadura vadeando un río es arriesgado; y a mayor intensidad de la corriente, suicida.


Ahora la corriente es intensa y agitada. Aguas arriba abunda el aporte de oportunistas afluentes y no paran de aparecer zigzagueantes meandros (propuestas, promesas, ilusiones). 


Siempre, por escabroso y bravío, el río se serena en la desembocadura. Es cuestión de seguir con precaución su curso. Las crecidas son impetuosas; después, siempre, siempre aparece el lodo y la bardomera.



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