Las Humanidades nos fecundan interiormente, por eso, y por otras muchas razones, no podemos prescindir de ellas. Tanto la historia como la literatura, el arte, la filosofía y la música nos educan para la vida ya que reflexionan acerca del ser humano en todas sus dimensiones. Pues bien, la enésima ley, la LOMCE, supone una nueva agresión a las disciplinas relacionadas con la cultura humana: filosofía, filología, historia, arte..., materias ideográficas que se relacionan con el pensamiento, con las ciencias del espíritu y con la reflexión consciente. Hoy, inmersos en un mundo sin tiempo, lleno de aceleraciones y donde todo es relativo, se hace necesario detenerse a pensar en nosotros mismos para descubrir si realmente caminamos hacia el objetivo último: la felicidad. Así pues, es de vital importancia una enseñanza plena, auténtica, que eduque por dentro, que vaya hacia lo más hondo de la persona. El yo cartesiano, el alma, la identidad personal, la sustancia pensante, aquello que no ocupa lugar, que no se ve pero se siente, es lo esencial, lo que nos hace verdaderamente seres humanos. La Filosofía, esa Ciencia de la Sabiduría, ha sido relegada a un segundo plano y eliminada en algún curso. En el Bachillerato se estudiará prácticamente un solo año y, en tan poco tiempo, no se puede profundizar. Si se trata de estudiantes que sean derivados a Formación Profesional, nunca habrán visto ni oído hablar de esta materia, ¡qué error! Es cierto que hay gente que cree inútiles las Humanidades ignorando que son ciencias que procuran la comp
rensión del mundo y desarrollan la sensibilidad. Hoy, con la última reforma, la cultura clásica prácticamente desaparece y el Latín y el Griego quedan como materias residuales. Se desconocerá en el futuro la raíz de nuestra cultura… Si no se relaciona con el conocimiento previo, si no se reflexiona, ¿cómo se podrá valorar un proyecto, una escultura, una pieza musical, una pintura? Además, creo que la democracia necesita de las Humanidades para que sea auténtica porque facilitan el pensamiento crítico, es decir, el pensamiento propio de un ciudadano responsable.
En los últimos veinte años, cinco leyes: cada ministro de Educación ha querido dejar su impronta en el sistema educativo, cambiando la ley y aplicando sus propias ideas políticas: LODE, LOGSE, LOCE, LOE y ahora la LOMCE –ley para la mejora de la calidad educativa (?). Esto no tiene sentido. Como afirma el Doctor en Derecho, José Francisco De Conrado: “¿Por qué no se redacta una ley juiciosa que tenga voluntad de permanencia con independencia del color político del Gobierno de turno?. Una ley que propiciase una educación reflexiva y crítica, de lo contrario se estará creando una sociedad de ´idiotas´ –término latino que se aplicaba a las personas ignorantes, o sin educación–.”
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