Háblame del mar, marinero

Los humanos necesitamos saber cosas de la vida, de su porvenir y hasta de sus sueños. Esto no se remedia con la economía y el tanto por ciento. La cultura ampliamente entendida no abarca solo el mero espectáculo como, por ejemplo, la feria, la procesión y la corrida de toros; exige ir más allá aunque sea como antídoto del olvido al que estamos condenados. Esta semana por suerte un partido ha presentado un programa cultural. Rara avis en una campaña agitada por otra clase de preocupaciones. La derecha sobre todo parece no sentirse demasiado interesada en los temas del arte salvo como negocio. La prisa negociadora del voto. Cree, sin duda, que nada debe anteponerse al empleo o a la solución material de la vida, lo primero es lo primero. Ahora mismo tenemos a un Montoro, ministro de Hacienda, que cuando le hablan del 21 por ciento del IVA contesta convencido de que la política cultural puede esperar. Por fortuna, este problema no lo tiene la izquierda, sobre todo la de Podemos, que precisamente esta misma semana ha dado a conocer su programa. La cultura debiera ser otro horizonte hacia el infinito, no solo la copa en el bar o el viaje de novios. Uno recuerda aquellos años del último franquismo cuando entre prédicas conservadoras de que nada debía cambiar, echábamos mano de cualquier recital fuera música, poesía o danza, que nos recordaba, tras presuntos garrotazos de la policía, las primeras luces de otro mundo posible. Podrán envolver a Podemos en una niebla bolivariana, pero no le quitarán esa frescura juvenil que anuncia algo que bien poco se parece al programa electoral del PP. Que por lo menos los reaccionarios de toda la vida se queden contentos con su viejo concepto de” la buena vida”, pero en cambio permitan a los jóvenes, desesperanzados y casi sin futuro, mirar y mirar el mar. Cultura es ensoñación, divertimento en sentido clásico , palabra, como dijo el otro, cargada de futuro. Cultura es transformación del mundo, puerta abierta a la ensoñación de todos los perdedores.