No era al Presidente de Francia, François Hollande, sino a Mariano Rajoy, jefe del Gobierno de España, a quien deberíamos haber visto hace unos días en La Habana encabezando una delegación de ministros y empresarios españoles. Visto que los Estados Unidos, por iniciativa del propio Barak Obama, han decidido normalizar sus relaciones diplomáticas con Cuba no tiene mucho sentido que España pierda la oportunidad de tomar ventaja sabido que en paralelo con las actuaciones políticas, a no tardar, vendrán las iniciativas económicas. Ya sabemos que el régimen cubano sigue siendo una dictadura, pero también lo es China y sin embargo el Gobierno español no pierde oportunidad de estimular las relaciones comerciales con aquel inmenso mercado asiático. En todos los órdenes - familiar, idioma, cultura, Historia- Cuba está mucho más cerca que China. También es un país cuyos más de once millones de habitantes necesitan de todo. La presencia de empresarios españoles es bien recibida. Algunos llevan años peleando en el sector hotelero. Si París no espera a que los Castro desaparezcan del escenario para tender un puente político y comercial con La Habana, no tiene mucho sentido que el Gobierno de España actúe como si todavía estuviéramos en el siglo XX. En los foros políticos, al Gobierno cubano hay que exigirle que respete los Derechos Humanos, pero al tiempo y visto el sello de "realpolitik" con el que tanto Washington como París están impulsando sus relaciones con Cuba, sería poco inteligente que España no aprovechara también la nueva situación. El Papa Francisco, que a través de los canales de la diplomacia vaticana ha jugado un papel primordial en el proceso de acercamiento entre Washington y La Habana, se dispone a viajar a la isla. Es un signo más del cambio que se está produciendo en la esfera internacional en relación con Cuba. España no debería quedarse atrás.
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