Muchas cosas que están pasando con lo que algunos llaman “regeneración democrática” guardan estrecha relación con la mayor involución ideológica, radicalización y oportunismo que jamás se ha conocido en España.
Aprovechando coyunturas, desgracias, infortunio… y todas las adversidades que aporta una crisis socioeconómica de caballo y, unido a la difusión de la sempiterna corrupción, genera un caldo de cultivo para que la “regeneración democrática” alcance niveles de sobrexcitación en radicalidad, odio y pésima educación.
El paradigma de la pitada en la Copa del Rey no revela exactamente mala educación; supongo, entre decenas de miles de aficionados, muchos santos varones exquisitos en el trato y ejemplares padres de familia. El problema de fondo no radica en el contagio gregario del gesto de traición, insisto, traición a España; porque de traición se trata al ultrajar los símbolos de la Nación. Hay que analizar la génesis del odio guerracivilista que parecía olvidado con el pretendido paso de página de la Transición y que insensatos como Zapatero, orates independentistas y estólidos por doquier propalan sin descanso como instrumento de fractura, desazón y revancha para subsistir como rémoras de un sistema que les mantiene aun a base de intentar destruirlo.
No hay mala educación en un acto de traición al himno y la Bandera; es la educación que algunos han mamado de la didáctica y ejemplo de incitadores a la traición.
El estigma de la Bandera de España arranca minutos después de la Transición cuando los partidos “progresistas” y sindicatos de clase colaboracionistas enarbolan alternativas a lo que entienden es un símbolo que aglutina a la extrema derecha y, ya puestos, al centroderecha o todo lo que no sea coincidente con sus ideas o intenciones. Así, los progresistas, demócratas, tolerantes, etc. propagan su desprecio a la Bandera y al Himno sin justificar motivos -no los hay-, sólo expresan ese desprecio como argumento diferenciador; bandera republicana: progresista; Bandera Nacional: facha.
Es una pena y una pérdida de tiempo y energías haber caído en las garras de la radicalidad que nos sume en aumento del odio y desprecio o estupefacción de una Europa que superó con dignidad e inteligencia enfrentamientos mucho más cruentos que nuestra “añorada” Guerra Civil. Y es que todo rescate de simbología y añoranza dimanante de una guerra fraticida no puede aportar más que odio, miseria y traición.
Almería ha sido precoz y adelantada en gestos de “regeneración democrática” y, a pesar de que algunos desconozcan la historia, el Pacto de Izquierdas elevó a la alcaldía al PSOE con el apoyo de PSA y PCE, dejando al margen la lista más votada (UCD) que encabezó Fausto Romero. Como recuerdo de aquellos momentos históricos rememoro la oposición a la llegada del PRYCA, el abandono del Mesón Gitano, los cortes de agua, la peste de Celulosa, el tren del mineral, el Cañarete… y muchos, demasiados años hubieron de pasar para salir de la indigencia en la que se vio sumida una ciudad “progresista” que, con suma lentitud y resignada envidia, veía despegar regiones, capitales y provincias que se pertrecharon de infraestructuras para afrontar el futuro con mayor eficacia.
Sin embargo, la “regeneración democrática” llegó a Almería con aportaciones como la prohibición del Belén municipal, devaluación histórica del Pendón y la impagable aportación de La Marsellesa a la Fiesta de los Coloraos. Por cierto, había que ver el marcial respeto al himno extranjero frente a la forzada condescendencia hacia el Himno Nacional.
¡Cosas de progresistas!
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