El nuevo mapa municipal

Ahora que vamos a entrar en la semana final de la lonja municipal de pactos de gobierno, conviene recordar que los ayuntamientos son las administraciones más cercanas al ciudadano y que de su capacidad de gestión depende en buena medida la calidad de vida en ese municipio. Por lo tanto, cabría reclamar de los muñidores de acuerdos un sentido de responsabilidad y sentido común que, visto lo visto estos días, no parece que finalmente vaya a prevalecer sobre otras aspiraciones o intereses. Al menos en todas partes. Dicho esto cabe recordar que los ayuntamientos no pueden ser usados como taller de reparaciones ideológicas de candidaturas u opciones golpeadas por el conteo final de los votos, ni tampoco como laboratorio experimental de asambleas delirantes. En unos tiempos en donde los ayuntamientos deben intentar por todos los medios optimizar costes para generar servicios municipales de calidad, no parece que sea el mejor camino apostar por gobiernos municipales de coctelera y colorín, más que nada porque la hemeroteca guarda fiel testimonio del poco provechoso paso de algunos ensayos políticos de ese tipo por los gobiernos de comunidades en las que al final todo se reducía a un infructuoso minifundismo de siglas y proyectos incompatibles. Y al final, quien acaba perdiendo con semejantes formulaciones es el ciudadano, porque cuando la gestión municipal se aborda desde la ideología, al final nada de lo que debería funcionar acaba funcionando. Sé que hay muchas personas que procesan este tipo de comentarios como miedo al cambio o resistencia inmovilista a las novedades. No entraré ahora en ese debate, pero me limitaré a señalar que los ayuntamientos gestionados desde la frivolidad y ensamblados desde la mecánica del cambalache, acaban convirtiéndose en inútiles y carísimas herramientas de depredación de los recursos públicos. Dentro de una semana, cuando todo este recital de calculada ambigüedad haya acabado, tendremos un nuevo mapa municipal en España. Agárrense, que vienen curvas.