Lo que está pasando es muy fuerte. En España no solo cambiaron radicalmente los ayuntamientos el sábado. Que no se nos pase por alto la retirada del Ducado de Palma a la infanta doña Cristina, decidido por su hermano el rey don Felipe, con polémica posterior en los medios que certifica la ruptura profunda de una familia, la real en este caso. Y añádanle el hecho sin precedentes de que Mariano Rajoy se detenga ahora a hablar con los periodistas y encima les anime a hacer mas preguntas, cuando antes solo se les aparecía por plasma. Insólito. En septiembre, Artur Mas tiene convocadas unas elecciones "plebiscitarias" muy orientadas a superar su propia marca: perder doce diputados, como en las últimas, también adelantadas. Un prodigio de estadista. Y poco después unas generales apasionantes, la gran incógnita. Algunos analistas dan por hecho, proyectando resultados de municipales a legislativas, un gobierno de izquierdas que pugnan por presidir Pedro Sanchez y Pablo Iglesias, empeñado en superar en votos al PSOE. "Si no es así -nos comenta el líder de Podemos- nuestra situación será muy complicada si tenemos que optar entre apoyar a Sanchez o dejar gobernar al PP". Y ojo con Ciudadanos que reparte poder ahora a populares y socialistas "confiando en que le devolverán los favores en su momento", según aventura Albert Rivera. Nada está decidido porque el PP perdió el 24 de Mayo dos millones y medio de votos pero Ciudadanos obtuvo solo 1.100.000, que ya es. O sea, que hay casi millón y medio millón de votos populares en casa porque la derecha, cuando se enfada, no vota. Llevar a ese millón de votantes populares a las urnas es ahora la obsesión de Rajoy, que por eso se para a hablar ahora con los periodistas, a los que comunicará de forma inminente, un cambio de gobierno. Apuesten por Cospedal como ministra y mayor relevancia para Alfonso Alonso. Invitado a un acto como titular de Sanidad para dentro de dos semanas, un colaborador responde: "¿En calidad de qué?" Solo Dios y Mariano lo saben. Pero hay más cosas. Un prestigioso profesor sostiene que la dicotomía en España "no es en el fondo entre derecha e izquierda, sino entre lo nuevo y lo viejo". Algo de eso hay aunque Manuela Carmena, flamante alcaldesa de Madrid y Angel Gabilondo, entre otros, lo desmientan. ¿Alguien pensaba que la novela negra madrileña con compra de dos diputados socialistas para elegir a Esperanza Aguirre, más el espionaje entre sus consejeros y las corruptelas sin fin iban a ser premiadas por un electorado que soporta seis años de crisis? No simplifiquemos: hay una batalla entre lo nuevo y lo viejo sí, pero también una voluntad de corte entre lo limpio y lo sucio, entre las mayorías abusivas y la herencia el 15-M. Este es otro país. Pactos ha habido a mansalva y ensañamiento en algunos casos también. El PP lo denuncia en Marbella, Badalona y Vitoria, al menos, y lo recordará a diario para erosionar a Pedro Sanchez. Ha pasado lo que pronosticó Antonio Hernando: "El 24 de mayo nos irá solo bien y el 13 de junio muy bien". El apareamiento de la izquierda ha dado sus frutos, salvo en Gijon, Oviedo y alguna otra ciudad con personajes irascibles. ¿Será la sidra?
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