Sensación en la Ciudad Condal: la alcaldesa Ada Colau cambia el Audi A6 de Trías por un "monovolumen de Seat sin los cristales tintados", dicen las noticias oficiosas. Ese debe ser el signo de los tiempos: cambiar el lujo blindado por el vehículo de serie y sin distintivos especiales. No me parece mal, por mucho que algunos digan que la medida es demagógica, o un mero truco efectista. Lo mismo dijeron de algunos que anunciaron que renunciaban a la abultada nómina de asesores, o similares comentarios cosechó Pedro Sánchez cuando, el domingo pasado, apareció en su mitin de lanzamiento a la carrera presidencial con una gran bandera rojigualda a la espalda.
Tenemos que acostumbrarnos a que, en política -y quizá en la vida, en general- las formas son al menos tan importantes como el fondo. Lo de la bandera de Sánchez fue ´trending topic´, que al parecer es lo que importa, y hasta sus rivales ideológicos han tenido que aplaudir la iniciativa. Las campañas electorales sirven, dentro de este capítulo del marketing político, para eso: para hacer promesas que luego se cumplen o no -a veces, como en el caso de la ´devolución´ de la paga de funcionarios, hasta se filtran promesas que nadie, al parecer, ha hecho- y para luego cumplirlas solo en parte. O en nada, pero ahí quedan, al menos, los compromisos, como un contrato pendiente de solventar.
Hemos comprobado que un tuit desgraciado y malaje puede arruinar una carrera más que un proyecto de ley desafortunado. Se ha ganado más reproches ´Kichi´, el flamante alcalde de Cádiz, por haber quitado el retrato del rey del salón de plenos del consistorio, para sustituirlo por la imagen de un anarquista medio desconocido, que Manuela Carmena por haber empleado en el Ayuntamiento madrileño al marido del cuñado de un primo de... Un ´gesto´ que, de todas formas, le ha sido profusamente reprobado por esos críticos que siempre inciden más en el detalle, en lo interesante, que en lo importante. Pero ya digo que así es la vida, y puede que eso sea, además, lo apropiado.
Estamos, pues, en la política de gestos, en la estrategia de ahorrar el chocolate del loro, pero ese ahorro puede ser ejemplarizante: quizá dejemos de ver a alcaldes y hasta concejales de municipios de solo relativa importancia aparecer en actos rutinarios rodeados de una guardia de corps consistente en el jefe/a de comunicación, jefe/a de gabinete, escolta y chófer, a bordo de uno o dos automóviles oficiales, con ventanas clandestinas, eso sí. Por eso no me parece nada mal que el monovolumen de Colau --¿será de colores vivos?-- sustituya al oscurecido ´haiga´, así se llamaba en los tiempos de posguerra a los cochazos, del alcalde saliente.
Vivimos en una era de cambios tal que, en una ´cumbre´ de Twitter en la que participé recientemente en Granada, alguien me propuso que escribiese cinco términos en reciente desuso. Debí haber incluido "cristales tintados" en la lista que elaboré, junto a ´mayoría absoluta´, ´pelotazo´, ´candidaturas bloqueadas´, ´hacer el egipcio´ y ´desahucio´. Bueno, quizá fui demasiado optimista, o demasiado rápido, a la hora de sintetizar la que yo creo que va a ser la mejor parte de una época que, claro está, hará Historia. Y tendrá también, ay, sus connotaciones negativas, me temo.
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