Nuestros políticos suelen liarse la manta y tirar por la calle de en medio. En la Sevilla de la Junta a alguno se le ocurrió que era el momento de los carriles bici, que no era una inversión muy cara y que así llenaban las bocas de movilidad sostenible, cuestión ésta que se vende muy bien en sectores sociales. Orden mandada a las provincias, y como buenos provincianos que son nuestros políticos, manos a la obra. Convenio firmado con los ayuntamientos y a pintar de rojo una parte de las aceras de los peatones por las que circular las dos ruedas y una aparte del asfalto donde los conductores aparcan sus cuatro ruedas.
Ante el mencionado proyecto carril-bici silencio de los ciudadanos. Con la realidad sobre las aceras y el asfalto llegan las quejas de los peatones, los comerciantes, los conductores que quieren aparcar y los dolores de cabeza para los políticos. Las prisas no son buenas asesoras y se está demostrando que a la hora de proyectar los carriles los señores políticos (¿o son los técnicos?) se pasaron por el forro de sus caprichos las necesidades de otros colectivos ciudadanos que tienen, como mínimo, los mismos derechos que los ciclistas a pasear, disfrutar y aparcar en su ciudad. En algunas calles trasversales a la Avenida Mediterráneo el carril bici construido es una locura, especialmente para los ciclistas que por él circulen. ¿A qué lumbrera, político o técnico, se le ocurrió ponerlo en la calle del Bar Chipi? Demostración palpable de la “chapuza” que se está haciendo.
Almería tiene mucho viento en invierno, y no creo que sea agradable pasear o ir a trabajar empujados por el viento de Levante o de Poniente. Los termómetros en verano suben a unas cifras difíciles de soportar para esa movilidad sostenible que se defiende. Si a la climatología le unimos las limitaciones de muchos ciudadanos, entre ella la más numerosa como es la edad, no creo que se le haya dedicado al proyecto de los carriles una mínima pensada. Ahora llegan las madres mías. Y los políticos se esconden, como era de esperar. Lo de dar la cara ante el ciudadano no le hace gracia, y menos cuando se trata de reconocer que algo no se ha hecho todo lo bien que se esperaba. Las malditas prisas, como siempre. Lo que tenían que ser puntos de encuentros se ha convertido en división y polémica.
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